Menos superficie cultivable, menor oferta de productos y aumento de precios son algunas de las consecuencias proyectadas, si no se acelera esta transición en los próximos años. ![]() n la era de la crisis climática, el aumento poblacional y la desertificación, el uso eficiente del recurso hídrico nos es una prioridad, sino urgencia. De hecho, un análisis reciente del Banco Mundial estima que actualmente 70% del agua dulce en el mundo se utiliza para producir alimentos. Chile no es ajeno a esta situación. Más aún, los estudios recientes demuestran que el consumo hídrico del sector productivo agroalimentario se ubica sobre el promedio mundial, con 73%. Por ende, optimizar el uso del agua mediante estrategias que integren soluciones tecnológicas avanzadas como, por ejemplo, riego tecnificado, monitoreo satelital y una más gestión eficiente de los recursos mediante sensores, entre otras opciones, es fundamental para evitar impactos ambientales y asegurar el abastecimiento futuro. En este punto es importante recordar que los modelos predictivos trazados por FAO concluyen que en 2050 se requerirá al menos un 50 % más de alimentos, lo que hace imprescindible una agricultura más eficiente, productiva, sostenible y capaz de producir más alimentos con menos recursos. Un objetivo que solo puede alcanzarse si todos los protagonistas del sector, incluyendo grandes empresas, entidades estatales, organizaciones gremiales y pequeños productores, aúnan sus esfuerzos para impulsar una auténtica revolución tecnológica. ABRIR MÁS ESPACIOS A LA INNOVACIÓN Para Max Amenábar, gerente de proyectos de Dripsa, empresa especializada en soluciones de riego inteligente, “Disponer de menos espacios para la actividad agrícola provocaría dos consecuencias no deseadas: una menor oferta de alimentos para la población y un aumento significativo de precios de frutas, hortalizas y cereales”. Y sobre este punto, el ejecutivo enfatiza que “Chile enfrenta una sequía que ya dura más de 15 años, y el uso eficiente del agua se vuelve estratégico para la agricultura. En ese contexto, la tecnificación del riego será esencial en un contexto climático ambiental desafiante, y que traerá como consecuencia una disminución de la superficie cultivable”. Con la evidencia disponible, los expertos aseguran que, si no se incrementan rápidamente la tecnificación y la inversión en infraestructura hídrica, algunas zonas del país enfrentarán problemas de abastecimiento en los próximos diez años. Las consecuencias de un escenario en que no se adopten acciones concretas se percibirán en términos económicos, sociales y alimentarios. En este contexto, Amenábar enfatiza que las soluciones de eficiencia hídrica serán pilares en la competitividad de la industria y también para la disponibilidad de alimentos en las próximas décadas. “El riego tecnificado -indica-, será fundamental para la seguridad alimentaria del país, porque permite aplicar exactamente la cantidad de agua que necesita cada cultivo, reduciendo al mínimo las pérdidas por escurrimiento o infiltración, y ayudando a los agricultores a usar el recurso hídrico de forma eficiente”. BENEFICIOS DE LA TECNIFICACIÓN La inversión inicial en riego tecnificado sigue siendo una de las mayores dificultades para los agricultores, especialmente los pequeños y medianos. No obstante, Max Amenábar señala que existen herramientas como la Ley 18.450 de la Comisión Nacional de Riego, que subsidia una parte significativa de estos proyectos. Aun así, el apoyo estatal podría fortalecerse para acelerar la adopción de estas tecnologías y la construcción de obras de mayor envergadura, que beneficien tanto a productores como al país en su conjunto. “Las principales dificultades para implementar riego tecnificado pasan por el alto costo de la tecnología, que no es muy económica, y aunque antes se podía bonificar hasta un 75% del proyecto, hoy el apoyo podría ser mucho mayor; también sería importante que el Estado invirtiera en obras civiles como embalses, y que los privados ofrecieran sistemas de apoyo a través de créditos o convenios”, comenta el ejecutivo. La tecnificación del riego, según estiman desde Dripsa, permite un ahorro de hasta 75% de agua por hectárea –reduciendo el consumo desde cuatro litros por segundo a solo uno o menos–, lo que no solo optimiza el uso del recurso hídrico, sino que también mejora significativamente la calidad y cantidad de la producción agrícola, al entregar con precisión el agua y los nutrientes que cada planta necesita. “Además, esta eficiencia favorece la expansión de la superficie cultivada y libera caudales que pueden destinarse a otros usos productivos o a agricultores que hoy enfrentan restricciones de acceso al agua”, concluye Amenábar.
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