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Andrés Córdova Suárez, director del comité organizador ALACCTA 2025

5/5/2025

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Estas instancias nos ayudan a rediseñar y reimpulsar
La preparación de las nuevas generaciones de ingenieros 4.0
Andrés Córdova comité organizador ALACCTA 2025
Para el académico y jefe de Investigación del Grupo de Bioingeniería Agroalimentaria de la Escuela de Alimentos de la PUCV, es fundamental modernizar la formación académica de los estudiantes de pregrado en Chile y América Latina, para que se adaptan mejor a los constantes cambios de escenario y brinden una contribución de calidad, no solo a la industria, sino también a toda la sociedad.
Letra U
na sonrisa de satisfacción surca el rostro de del académico Andrés Córdova Suárez, cuando se le preguntan sus sensaciones tras el cierre del exitoso Congreso SOCHITAL-ALACCTA 2025.

Y si bien dicha expresión no logra ocultar del todo, los efectos de las largas jornadas de trabajo que tanto él como todo el equipo de la Escuela de la Alimentos de la PUCV debieron enfrentar, para organizar este trascendente encuentro internacional, el exitoso balance final de sus tres jornadas, permite dejar atrás cualquier estrés, angustia o nerviosismo experimentado a lo largo de casi tres años de intensa preparación.
  
Esfuerzo que fructificó en un seminario altamente especializado y de superlativo valor técnico, que congregó a destacados expertos internacionales, y posicionó tanto a la propia escuela como al país en su conjunto, en el epicentro del conocimiento alimentario científico y tecnológico. 

- Andrés, ¿cómo se gestó la posibilidad de que la Escuela de Alimentos de la PUCV pudiese organizar este encuentro? 
Todo comenzó a mediados de 2022, cuando una colega planteó, a raíz de una conversación que tuvo con el Dr. Rommy Zúñiga (entonces presidente de la Sociedad Chilena de Tecnología de los Alimentos), que SOCHITAL estaba buscando una sede para realizar su XXIV congreso anual. La idea se analizó durante una de nuestras reuniones periódicas de trabajo y de inmediato fue bien recibida por todo el equipo, porque como SOCHITAL es socia de ALACCTA, se nos abría también la posibilidad de organizar congreso internacional que tuviese un mayor impacto. Así que finalmente, a principios de 2023, dimos el visto bueno y se formó la comisión organizadora.

- ¿Fue un proceso muy complejo, desde el punto de vista de la capacidad organizativa y del trabajo de redes?
Por supuesto, pues se trató de un proceso de muy largo aliento y que enfrentó diversas dificultades en el camino, porque si bien la Escuela de Alimentos ya había organizado un congreso importante en 2004, lo hizo gracias a una generación de profesores que hoy ya no está presente. De hecho, en esa época yo era estudiante de pregrado, así que prácticamente ninguna de nosotros tenía experiencia en estas materias. Además, todas nuestras redes están más estructuradas desde el punto de vista académico y solos unos pocos de nosotros teníamos algunos vínculos con 
empresas, así que todo el camino fue de constante aprendizaje.

Asimismo, tuvimos que conciliar las reglamentaciones de nuestra escuela, con las de ALACCTA y SOCHITAL, sin perder de vista el estándar técnico y académico que queríamos dar al evento, lo cual implicó no fue fácil e implicó muchísimos esfuerzos académicos, logísticos y de relacionamiento, que recién a mediados del año pasado empezaron a fructificar en una dinámica de trabajo más concreta.

A partir de ese momento ya empezamos a generar jornadas de trabajo semanales a nivel de la escuela, que finalmente fructificaron en la definición de los grandes temas del congreso, en la distribución de las jornadas y en el establecimiento de la parrilla de participantes y expositores. 

Todo ello se fue armando en conjunto, aprovechando la experiencia de nuestro cuerpo docente y contando con el valioso apoyo de Rommy Zúñiga y de la Dra. Susana Socolovsky (presidenta electa de ALACCTA para el período 2026-2028). De hecho, fue ella quien coordinó la presencia de la mayoría de los expertos internacionales que se presentaron durante el tercer día del congreso.

- ¿Y qué otras instituciones les aportaron su experticia durante este período?
En primer término, fue muy importante nuestro contacto con Marisol Figueroa, gerenta general de AB Chile, quien precisamente egresó de nuestra escuela. Ella nos brindó un apoyo muy importante para coordinar reuniones con empresas del sector, y quisiera precisar que esa ayuda desinteresada de su parte, refleja, en cierto modo, el cariño que la mayoría de los profesionales que han pasado por estas aulas, siente por nuestra institución. 

Desde el ámbito académico, a su vez, fueron de gran ayuda las redes que tenemos con investigadores asociados de instituciones muy trascendentes para el país, como CREAS e INIA, por ejemplo, lo que nos permitió contar con una importante base de conocimiento técnico y científico para ir armando paso a paso el programa.  

- ¿Y cómo establecieron contacto con las empresas participantes? ¿Fue un proceso fluido o tuvieron que golpear muchas puertas para captar su interés? 
Diría que fue una mezcla de todo un poco. Por una parte nosotros elaboramos un programa de búsqueda de auspicios, donde efectivamente fuimos golpeado de puerta en puerta, aunque en algunos casos las conversaciones fueron muy rápidas y fructíferas, como con Nestlé, por ejemplo. En este punto también contamos con un apoyo importante de Rommy Zúñiga y de SOCHITAL, que nos permitió ir generando feedback positivo con el mundo empresarial. De hecho, en el caso específico de Nestlé, eso se logró a partir de una conversación enriquecedora y participativa, cuyo exitoso resultado se tradujo en la elaboración de una parrilla programática de excelencia para la jornada inaugural del congreso, que fue coordinada directamente con ellos.

- ¿Fue muy complejo concitar el interés del ecosistema alimentario en general?
La comunicación masiva con todo el ecosistema siempre cuesta más, porque nuestra Escuela de Alimentos es una unidad académica muy pequeña. Somos nueve profesores y de ellos, solo cuatro o cinco integrábamos la comisión organizadora del congreso. Tampoco tenemos equipo o área de prensa, así que tuvimos que ir golpeando otras puertas y contactar a algunos estudiantes de posgrado y periodistas que participan en nuestros programas de doctorado, para que nos ayudaran a difundir la información. 

También fuimos generando otras redes con profesionales de SOCHITAL y ALACCTA, quienes cooperaron contactando, a su vez, a sus propias redes, así que al final logramos la penetración que buscábamos. Fue una experiencia agotadora, pero que rindió sus frutos y, al mismo tiempo, nos brindó mucho aprendizaje, así que estamos muy contentos con el resultado.

- ¿Se sienten también orgullosos de haber sido, el “epicentro del conocimiento tecnológico alimentario”?
Sí, y la verdad es que todo esto coincide con un momento bien especial, porque fue un enorme esfuerzo logístico, académico e intelectual para estructurar una parrilla programática diversa, que se ajustara plenamente a los ejes temáticos establecidos, y abordase los distintos intereses que están asociados no solamente a la ingeniería de alimentos como disciplina, sino también a la tarea de conectar a todos los entes públicos, privados y académicos que se relacionan, de una u otra forma, con la producción de alimentos. 

Y ese orgullo que podemos sentir como equipo, nace también del esfuerzo desplegado por todos los integrantes de la comisión organizadora. Aquí hay muchas horas de trabajo, emprendidas por un grupo muy unido de colegas, que alternaban sus propias responsabilidades académicas con la enorme tarea de organizar un encuentro internacional de esta categoría. Y el resultado fue plenamente satisfactorio.

- ¿Y sienten que lograron abordar de manera precisa, los grandes temas que hoy son tendencia en el sector?
Sí, porque si bien en un momento se pensó en dar al congreso un enfoque más académico, finalmente decidimos que había que abrirse más al sector privado, en especial se queríamos contar con una amplia participación de empresas. De ese modo no solo logramos obtener auspicios, sino que también pudimos tender puentes para lograr que el sector productivo escuche lo que la academia tiene que aportar, lo que contribuye a reforzar y restaurar los canales de comunicación que a veces se cortan por prejuicios y falta de conocimiento. Eso nos ayudan a escucharnos, intercambiar puntos de vista y saber con certeza que está haciendo cada uno. Eso es lo que quisimos reforzar también con este congreso, y siento que cumplimos plenamente dicho objetivo.

- ¿Y qué sensación les genera el hecho de que estas instancias se den, en medio de un escenario donde la carrera de ingeniería en alimentos pasa por una situación tan crítica, con escuelas que cierran y matrículas que bajan más cada año? 
Sin duda, es una sensación de dulce y agraz, porque por una parte tenemos estas grandes instancias enriquecedoras, que coinciden con el éxito y crecimiento de nuestra unidad académica en términos de investigación, transferencia tecnológica y formación de posgrado; pero al mismo tiempo, nos enfrentamos a un descenso crítico de los alumnos de pregrado, quienes son básicamente los que nos han dado el sustento y la razón de ser. Y es un fenómeno que no solo se da en nuestra escuela, sino también en todas las universidades del país, y que debe ser abordado en forma urgente y decidida.

- ¿Y cómo se puede enfrentar esta crisis? ¿Qué acciones concretas se deben aplicar?
Bueno, es el momento de dejar de llorar sobre la leche derramada, y enfrentar en profundidad las causas de esta crisis, para entenderlas y buscar cómo resolverlas. Para ello, es necesario conectar mejor con todo el ecosistema para entender en toda su dimensión las necesidades reales tanto de la industria de alimentos como de la sociedad. Solo así podremos tener profesionales preparados para resolver en forma exitosa los nuevos desafíos. 

Y eso implica no seguir con la lógica anterior de diseñar planes de estudio que prácticamente no se modifican. Por el contrario, hay que aplicar una ingeniería desde cero y replantearnos cómo debe ser este nuevo profesional, considerando cómo ha avanzado y cómo puede seguir avanzando la tecnología, no solamente en términos de procesos, sino también desde el punto de vista de la innovación. Es decir, hay que desarrollar nuevos planes curriculares que estén en contacto directo con las necesidades del entorno y que puedan reajustarse de acuerdo con los cambios de un entorno cada vez más ágil y dinámico. De lo contrario se corre el riesgo de generar profesionales que rápidamente pueden quedar obsoletos y eso, a la vez, se traduce en desinterés de parte de los estudiantes de pregrado.

Por ello, este congreso precisamente nos permite recoger experiencias, escuchar, aprender y descubrir cómo evolucionan las nuevas tendencias, así como las nuevas tecnologías y procesos de innovación, para incorporarlas en el desarrollo de profesionales mejor preparados para incorporarse a la industria 4.0; es decir, que estén imbuidos de la transformación digital y cuenten con las habilidades blandas necesarias, como flexibilidad, liderazgo y capacidad de adaptación, entre otras. 

Todo eso, de cierta forma, ya lo estamos incorporando, pero probablemente nos vamos a quedar cortos, así tenemos que ser capaces de escuchar mejor, implementar cambios con más decisión y aplicarlos en estrategias de formación que realmente sea un aporte para la sociedad.

- ¿Esperan aplicar esas transformaciones curriculares lo antes posible? 
Por el momento, la universidad nos entregó la misión de orientarnos a la formación continua y de posgrado, específicamente en materia de magísteres y doctorados. Ese será nuestro primer hito durante este año, pero eso no significa que abandonaremos el desafío de reformular los programas de pregrado. De hecho, ya hemos tenido acercamientos con personas que tienen cargos relevantes en la toma de decisiones de la industria, para saber cuáles son las áreas donde deberíamos implementar mayores cambios formativos, aunque eso implica considerar que el entorno experimenta cambios cada vez más acelerados. Nuestro objetivo, como académicos, es que en 2 a 3 años, contemos con un nuevo perfil curricular para formar a los “ingenieros de alimentos 4.0”, que incluso podrían tener otro título, pero sin perder la esencia académica de la ingeniería de alimentos.

Por eso es tan importante trabajar y seguir haciendo sinergias con todas las casas de estudio, no solo de nuestro país, sino también de Latinoamérica, porque si bien cada institución puede abordar necesidades particulares, debe haber elementos comunes en este nuevo profesional, en especial para hacerse cargo de los desafíos que plantea el futuro biotecnológico.

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Francisco Javier González Salvo
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