Anticipémonos a los requerimientos comerciales, a las urgencias y a la inmediatez. Si reconocemos y valorizamos la importancia de la inocuidad alimentaria, la certificación será la consecuencia de un trabajo bien hecho, que dará retornos positivos a la sociedad y al negocio. ![]() i miramos el mercado de la industria de alimentos, a la hora de cerrar negocios nos encontramos con un conjunto de condiciones que se deben cumplir: Precio, oportunidad de entrega, calidad de producto, garantías, condiciones de pago, etc. Pero ya desde hace años se ha incorporado en el proceso de cierre la “validación del área de calidad” por parte del comprador. Según el riesgo del producto en cuestión, normalmente el cliente a través de sus definiciones de selección y evaluación de proveedores es quien define estos criterios, siendo en algunos casos aplicable sólo pedir la copia de un certificado otorgado por un organismo acreditado; o bien una auditoría, normalmente basada en algún esquema normativo reconocido por GFSI o estándar del propio cliente, como muy comúnmente ocurre en las grandes cadenas de supermercados y servicios de alimentación, y que puede ser realizada por la propia Empresa o por un ente externo “competente”. El “bonito problema” surge cuando el oferente no cumple con los requisitos de este nuevo cliente, o bien, necesita mejorar su estándar actual. En nuestra cultura país, y yo diría “región”, es común ver cómo una empresa–fabricante de alimentos, es capaz de hacer toda una transformación, a todo nivel, para “a como dé lugar” lograr el estándar de inocuidad esperado por este nuevo cliente, y normalmente con la premura que la parte comercial requiere. Como si adoptar un estándar significara comprar un producto X, que tiene un determinado valor, y que después de una fecha Y, nos va a dar retorno inmediato. Por supuesto que adoptar un esquema normativo “tiene un valor”, implica una asignación de recursos, humanos, técnicos, monetarios, pero esta nueva condición no viene envuelta en un paquete. Se trata de un proceso paulatino, que debiera partir desde la base de mirar nuestra cultura de inocuidad actual y autoanalizarnos respecto de las brechas, en el intertanto se deben asignar recursos “en el tiempo”. Esto puede ser para apoyarse en una consultora de manera externa, o bien para gestionar estos recursos de manera interna: más personal, análisis, mejoras de infraestructura, mejoras de producto, capacitación, y todo lo que el esquema bien implementado demanda. Tampoco se trata de llamar a un consultor externo y exponer: “Debo tener la certificación en dos meses”, y antes de comenzar a implementar ya tener cotizado al organismo certificador y con fecha comprometida desde ya pues, ese organismo certificador va a prestar el servicio de auditoría el día pactado, y si la planta está limpia, el producto bien cuidado, una estructura documental robusta con sus registros completos y ordenados “ese día”, la certificación será un hecho. La premisa del auditor es: “Si lo que veo en el momento cumple, apruebo”. Por esto debemos preguntarnos… ¿es correcto y sostenible trabajar de esta forma? De acuerdo a mi experiencia, desde el momento en que decidimos tener esta visión, se comienza a escribir un patrón en esa Empresa: obtenemos el logro, se cumplió el objetivo, lo gritamos a los cuatro vientos y está todo Ok. El negocio va a crecer sobre la inmediatez, pero al no contar con un sistema bien implementado respetando los tiempos que cada cultura amerita, el caos interno no será menor, con un área de calidad sometida a la presión de sostener prácticamente sola, todo lo que implica un sistema de gestión, y simultáneamente con cada área de la empresa reenfocando sus esfuerzos a los objetivos por los cuales se les mide periódicamente. Porque también es cierto que ver objetivos de calidad e inocuidad en todas las áreas, es muy poco común. Por ende, anticipémonos a los requerimientos comerciales, a las urgencias y a la inmediatez. Cuando un empresario reconoce lo delicada y crítica que es la inocuidad alimentaria para su negocio, y el impacto negativo que se puede generar cuando ocurre un evento de intoxicación, tanto en lo social como en el daño de su propia marca, la organización de una u otra forma adopta este patrón, y la certificación pasa a ser una consecuencia de un trabajo bien hecho, que será sostenible y retornará a la sociedad y al negocio resultados positivos. Primero implementemos bien, luego nos certificamos y crecemos…
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1 Comentario
5/19/2025 10:47:46 pm
Muchas gracias a Revista Indualimentos por la oportunidad de la columna de opinión.
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