El avance superlativo de la biotecnología exige una modernización urgente y decidida de la legislación vigente, para que sea acorde con los nuevos desafíos que hoy enfrenta la producción segura de alimentos más saludables, innovadores, inocuos y sostenibles. ![]() l desarrollo y perfeccionamiento de la moderna industria alimentaria está significativamente marcado por el constante auge de los procesos de Investigación, desarrollo e innovación, también conocido como I+D+i. Esto no solo constituye una simple estrategia de mercadotecnia, sino que es una necesidad vital e ineludible para responder de manera eficiente, ágil y oportuna, a las complejas necesidades de un mercado cada vez más competitivo y cambiante, donde los consumidores actúan de acuerdo a tendencias extremadamente dinámicas. Un escenario donde lo que fue válido y viable durante años, de un momento a otro se volvió obsoleto, y donde solo las empresas que entiendan y apliquen esta filosofía de cambio y mejora continua, a base de I+D+i, podrán adaptarse y sobrevivir a la evolución cultural y comercial de los mercados actuales y futuros. Por el contrario, las que no tengan esa visión estratégica y flexibilidad, están condenadas a perder competitividad y desparecer del mercado. Sin embargo, para que esta innovación se desarrolle acorde con la celeridad que exige el público consumidor, también requiere un marco regulatorio ágil y flexible; algo que en nuestro país no siempre existe, pues la normativa vigente no ha sido capaz de adaptarse con la suficiente celeridad y eficiencia, al salto cuántico experimentado por la ciencia y biotecnología. MARCO LEGAL EN CHILE El principal cuerpo normativo vigente en Chile para producir y comercializar alimentos y bebidas, es el Reglamento Sanitario de los Alimentos (RSA). Dicho cuerpo legal establece las condiciones sanitarias para la producción, importación, elaboración, envasado, almacenamiento, distribución y venta de alimentos para consumo humano, con el objetivo de proteger la salud y nutrición de la población y garantizar el suministro de productos sanos e inocuos. Asimismo, el RSA establece los límites y condiciones de la información nutricional que se entrega a la población mediante el etiquetado de los alimentos y/o sus correspondientes mensajes publicitarios, con el objetivo de impedir la divulgación de contenidos falsos, erróneos o que puedan ser mal interpretados. Durante una de las sesiones del seminario-taller FoodTech 2024, organizado por Transforma Alimentos, Víctor Rivera, coordinador del área de asuntos internacionales y regulatorios de la Agencia Chilena para la Inocuidad y Calidad Alimentaria, ACHIPIA, explicó que la norma actualmente nos brinda “la posibilidad de conocer qué elementos podemos agregar a los alimentos con fines tecnológicos, como aditivos o ingredientes con propiedades saludables” y además nos permite “ver qué propiedades nutricionales podemos resaltar”. Esto implica desde saber a qué podemos denominar “suplemento alimentario”, hasta conocer las restricciones específicas que existen para vender o publicitar determinadas materias primas o ingredientes, que puedan ser utilizados para mejorar o complementar la nutrición de las personas. Al respecto, el artículo 110 del RSA establece que la rotulación y publicidad “no debe contener palabras, ilustraciones y/u otras representaciones gráficas que puedan inducir a equívocos, engaños o falsedades, o que de alguna forma sean susceptibles de crear una impresión errónea respecto de la naturaleza, composición o calidad del producto”. La clave, enfatiza Víctor Rivera, es no engañar a la población ni entregar información falsa, por lo que cada expresión o característica que se desee incluir en una etiqueta alimentaria, o en un mensaje publicitario (sea gráfico o audiovisual) debe estar objetivamente basado en información científica fidedigna, comprobable y autorizada por el ministerio de Salud (MINSAL), y además debe respetar los marcos regulatorios establecidos por el RSA. “Esta es la única forma en que se puede garantizar el cumplimiento de la normativa vigente en Chile”, precisa. Asimismo, el etiquetado no debe indicar, o sugerir, efectos terapéuticos, curativos ni posologías, aun cuando los alimentos tengan propiedades saludables o funcionales demostradas científicamente, pues “las dietas saludables no pueden, por si solas, contribuir a mejorar la salud, ni tampoco están destinadas a curar enfermedades, de modo que no podemos comunicar este tipo de propiedades a la población”, enfatiza Rivera. Además, el RSA prohíbe añadir a los alimentos sustancias con principios terapéuticamente activos o sustancias calificadas como productos farmacéuticos. “Es decir, el producto no debe tener características farmacológicas, y tampoco le podemos añadir principios terapéuticos o medicinales que combatan enfermedades, porque los alimentos no están destinados a estos fines”, detalla el experto de ACHIPIA. CATEGORÍAS ESPECÍFICAS La norma chilena sobre etiquetado de alimentos establece que solo puede incluirse actualmente información general relacionada con la identificación del productor (nombre, razón social, dirección, etc.); las condiciones productivas (lote, fecha de elaboración, fecha de vencimiento, etc.) y la información propia del producto (nombre del alimento, contenido neto, etc.). El RSA también permite incluir rotulación nutricional, que comprende toda la información sobre las características nutricionales del alimento. Esta información se divide, a su vez, en elementos obligatorios y opcionales. Los elementos obligatorios incluyen, por ejemplo, la utilización de sellos negros de advertencia “altos en”, en todos los casos donde haya presencia excesiva de nutrientes críticos como azúcares añadidas, sodio, grasas saturadas y calorías totales. A su vez, los componentes voluntarios, son los mensajes destinados a resaltar las propiedades nutricionales y saludables del alimento. ¿CÓMO DIVULGAR LO SALUDABLE? La actual innovación alimentaria se orienta cada vez con más fuerza al desarrollo de ingredientes y materias primas naturales, saludables y sustentables, acorde con las nuevas tendencias de consumo de la población. Por ello, Víctor Rivera, de ACHIPIA, recalca que “es fundamental que los emprendedores entiendan que el RSA hoy solo permite destacar las propiedades nutricionales y saludables de un alimento”. En el caso de las propiedades nutricionales, puede hacerse mediante representaciones que afirmen, sugieran o impliquen que el alimento posee propiedades nutricionales particulares, como por ejemplo, valor energético y alto contenido de proteínas, grasas saludables, vitaminas, minerales y fibras dietéticas, entre otros componentes. La normativa también permite destacar que un producto es bajo en aspectos negativos como colesterol o calorías totales, por ejemplo, y/o informar que tiene menor porcentaje o menos cantidad total de nutrientes críticos, comprado con un alimento normal, o sin modificaciones. Al respecto, Víctor Rivera destaca que emprendedores e innovadores deben recordar que solo está permitido utilizar los descriptores indicados en el artículo 120 del RSA. “Además, deben incluir en la declaración nutricional (o tabla nutricional) de la etiqueta, la cantidad de nutrientes o factores alimentarios correspondientes, utilizados en la formulación del alimento o bebida”, detalla. Algunos ejemplos característicos de los mensajes autorizados por el RSA, en el caso de aquellos nutrientes críticos que han sido reducidos o eliminados de la formulación del alimento son: “libre”, “no contiene”, “exento”, “reducido” y “sin azúcares añadidos”, entre otros. A su vez, en el caso de los ingredientes con propiedades saludables que se deseen destacar, los mensajes autorizados son: “fuente”, “buena fuente”, “contiene”, “con”, “excelente fuente”, “enriquecido con” y “fortificado con”, entre otros. Para la declaración de propiedades saludables, en tanto, el RSA define que se pueden destacar mediante mensajes que relacionan los alimentos, o a sus componentes, con una condición de salud. Estas declaraciones también deben ser científicamente comprobadas, o consensuadas internacionalmente, y además tienen que estar incluidas dentro de las normas técnicas aprobadas por el MINSAL (de acuerdo con la resolución 860/2018). Los alimentos que declaren propiedades saludables deben estar incluidos dentro de la dieta de la población, e informar claramente la concentración de nutrientes o factores alimentarios correspondientes, en su respectiva tabla nutricional. La normativa nacional establece que no se pueden divulgar mensajes saludables para hacer asociaciones falsas, ni inducir el consumo innecesario de un producto, ya sea con expresiones, rótulos o imágenes publicitarias (gráficas y/o audiovisuales). Los mensajes sobre propiedades saludables tampoco se deben utilizar en alimentos destinados a niños menores de cuatro años; en suplementos y alimentos con presentación de medicamento (polvos, grageas, granulados, líquidos, comprimidos, tabletas, cápsulas u otros formatos similares); ni en productos que contengan sellos negros de advertencia. Tampoco se pueden usar estos mensajes en alimentos que contengan 26 gramos o más de grasa total, o 120 mg de colesterol, en 100 gramos listos para el consumo; o 13 gramos de grasa total o más de 60 mg de colesterol, por porción de consumo (excepto huevos y pescados). Según la norma técnica 191 establecida en la resolución 860/2018 de MINSAL, actualmente existen 18 asociaciones permitidas entre propiedades de alimentos y alguna enfermedad que podrían ayudar a prevenir (o en su defecto provocar), de acuerdo con el contenido de ciertos ingredientes. Estas asociaciones son las siguientes: ● Grasas saturadas, trans, colesterol y enfermedades cardiovasculares. ● Grasa total y cáncer. ● Calcio y osteoporosis. ● Sodio e hipertensión arterial. ● Fibra dietética y cáncer. ● Fibra dietética soluble y enfermedades cardiovasculares. ● Frutas y vegetales y cáncer. ● Hierro y anemia nutricional. ● Ácido fólico y defectos del tubo neural. ● Lactobacillus spp., Bifidobacterium spp. y otros bacilos específicos, y flora intestinal y/o tránsito intestinal y/o inmunidad. ● Fitoesteroles, fitoestanoles y enfermedad cardiovascular. ● Polioles y caries dentales. ● Soya y enfermedades cardiovasculares. ● Oligosacáridos como prebióticos (incluidos: inulina, polidextrosa y otros) y flora intestinal. ● Potasio e hipertensión arterial y otras enfermedades cardiovasculares. ● DHA/EPA (Omega-3) y enfermedades cardiovasculares. ● Lactosa e intolerancia a la lactosa ● DHA y sistema nervioso visual. A partir de estas asociaciones, las etiquetas de los alimentos y los mensajes publicitarios pueden estructurarse en diversos mensajes, en la medida que estos cumplan los requisitos técnicos obligatorios establecidos, y se enmarquen dentro de los parámetros establecidos por el RSA. Algunos ejemplos típicos de estos mensajes permitidos son: “Entre los muchos factores de riesgo que inciden en las enfermedades cardiovasculares, las dietas bajas en grasas saturadas, colesterol y libres de ácidos grasos trans, contribuyen a reducir el riesgo de estas enfermedades”. “Las dietas bajas en grasa total pueden reducir el riesgo de algunos cánceres. El desarrollo de cáncer depende de muchos factores de riesgo”. “Las dietas bajas en grasa total, y que contienen alimentos con elevado contenido de fibra dietética, como las leguminosas, cereales integrales, frutas y verduras, pueden reducir el riesgo de algunos tipos de cánceres. El desarrollo de cáncer está asociado a numerosos factores de riesgo”. Respecto de los suplementos alimentarios, el RSA establece que son productos elaborados o preparados especialmente para suplementar la dieta, con fines saludables, y contribuir a mantener o proteger estados fisiológicos característicos, tales como niñez, adolescencia, adultez o vejez. Estos suplementos pueden ser nutrientes, mezclas de nutrientes y otros componentes presentes naturalmente en los alimentos (como vitaminas, minerales, aminoácidos, lípidos, fibra dietética o sus fracciones); y sus formas de presentación pueden ser en polvos, líquidos, granulados, grageas, comprimidos, tabletas, cápsulas u otras propias de los medicamentos. La resolución 394/02 fija directrices nutricionales sobre suplementos alimentarios y sus contenidos en vitaminas y minerales. Si sobrepasan estos límites, se consideran productos farmacológicos y no pueden publicitarse como alimentos. Del mismo modo, las vitaminas o minerales que no tengan límites definidos en la resolución, tampoco pueden agregarse a este tipo de productos. En el caso de los productos destinados o provenientes de mercados internacionales, el RSA prohíbe la fabricación, tenencia, distribución, comercialización o transferencia de alimentos elaborados o envasados en el país, que, aún siendo destinados a la exportación, provengan de establecimientos que no hayan sido autorizados por la autoridad de salud competente. Los alimentos de exportación fabricados por empresas autorizadas, que no cumplan las normas de rotulación y etiquetado establecidas en el RSA, deberán llevar impreso en su envase, en forma destacada e indeleble la expresión “Clave Z”, para identificar claramente que están destinados a otros mercados externos. La normativa autoriza la producción de estos alimentos, solo para su exportación y establece que no podrán ser comercializados en el país, en ninguna circunstancia. Respecto de los aditivos alimentarios, el RSA establece que “son cualquier sustancia que no se consume normalmente como alimento por sí misma, ni se usa como ingrediente típico del alimento, tenga o no valor nutritivo, y cuya adición intencional al alimento para un fin tecnológico (inclusive organoléptico) en la fabricación, elaboración, tratamiento, envasado, empaquetado, transporte o almacenamiento, provoque o pueda esperarse razonablemente que provoque (directa o indirectamente), que ella misma, o sus subproductos, lleguen a ser un complemento del alimento o afecten a sus características”. El RSA permite el uso de aditivos cuando su inocuidad ha sido evaluada toxicológicamente, considerando especialmente los efectos carcinogénicos, mutagénicos y teratogénicos. Además, solo autoriza la incorporación de un aditivo a un alimento, “si este cumple un fin tecnológico, tanto en la producción, preparación, elaboración, acondicionamiento, envasado, transporte, o almacenamiento; o contribuye a mantener la calidad nutritiva, previniendo la destrucción de componentes valiosos y permite mejorar sus características organolépticas”. Se prohíbe el uso de aditivos cuando disminuyan sensiblemente el valor nutritivo del alimento, al substituir un ingrediente importante, o al posibilitar la pérdida de componentes nutritivos valiosos, salvo cuando se trate de alimentos para regímenes especiales. Tampoco se permite su uso para disimular una calidad defectuosa o la aplicación de técnicas de elaboración o manipulación prohibidas; o cuando induzca a engaño al consumidor, respecto de la cantidad o naturaleza del alimento, o al organismo contralor, por contribuir a falsear resultados de análisis. Los aditivos se etiquetan en orden decreciente de proporciones. Primero el nombre específico, según el Codex Alimentarius; luego, el sinónimo establecido en el RSA; y a continuación el nombre genérico de la familia a la cual pertenecen (también según el RSA). Se exceptúan de esta norma los saborizantes y/o aromatizantes, que pueden declararse en forma genérica, sin detallar sus componentes, según la clasificación que les corresponda de acuerdo con el artículo 155 del RSA. LOS NUEVOS ALIMENTOS El auge de nuevas tendencias de consumo saludable y sustentable se ha traducido, en el último tiempo, en el incremento del consumo mundial de nuevas fuentes de proteínas, muchas de ellas desconocidas por la gran industria, como algas, microalgas, insectos, carne cultivada, hongos y levaduras, entre otras diversas opciones disruptivas explotadas por el ecosistema FoodTech. Parte importante de este auge se basa, asimismo, en la mayor valoración del impacto ambiental que tiene el consumo de proteínas tradicionales (particularmente las generadas por la industria agropecuaria), así como una mayor preocupación por el bienestar animal, lo que se traduce en una creciente difusión de dietas a base de ingredientes no cárnicos. Ello ha derivado en una revolución industrial que ha dado origen al concepto de “nuevos alimentos”, los que, tal como explica Víctor Rivera de ACHIPIA, “se definen en general como productos nuevos para el mercado y de alta disrupción tecnológica, que incluyen elaboraciones a base de insectos, macroalgas, microalgas, fermentación de precisión (con bacterias, hongos, algas y levaduras), células madres (cell based), impresión 3D, proteínas vegetales y micoproteínas, entre otras múltiples opciones”. Pese a su crecimiento exponencial en los últimos años, hoy no existe una definición técnica concreta para estos “nuevos alimentos”, ni tampoco se han fijado marcos regulatorios consensuados o normas internacionales de referencia. En Chile, el único acercamiento regulatorio es el artículo 3 del RSA, que establece que todos los alimentos y materias primas “deberán responder en su composición química, condición microbiológica y características organolépticas, a las nomenclaturas, denominaciones legales y reglamentarias ya establecidas”. Del mismo modo, los nuevos elementos biotecnológicos que se utilicen en los alimentos y/o materias primas alimentarias destinados al consumo humano, “deberán figurar en la nómina dictada por el ministerio de Salud para tales efectos, mediante la correspondiente norma técnica basada en evidencia científica internacionalmente aceptada”. La autorización respectiva será otorgada mediante una resolución emitida por el Servicio de Salud competente. Sin embargo, este marco es claramente insuficiente para abarcar una evolución disruptiva cada día más intensa, especialmente entre los emprendimientos I+D+i que ofrecen respuestas novedosas, creativas, ágiles y oportunas a un mercado que, precisamente, exige soluciones innovadoras. Todo esto implica la urgente necesidad de actualizar las normativas internacionales, incluyendo el RSA, para identificar las nuevas propiedades saludables y nutritivas de los alimentos producidos con ingredientes de última generación. Una mejora que requiere esfuerzos conjuntos público-privados, que incluyan también a la industria y la academia, y abran más espacios de participación al ecosistema emprendedor, cuyo ritmo de avance va siempre mucho más adelantado que la regulación, y que requiere una modernización urgente y decidida, acorde con los nuevos desafíos que hoy enfrenta la producción de alimentos seguros, saludables, innovadores, inocuos y sostenibles. GALERÍA
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El auge biotecnológico y el desarrollo de avanzados insumos y materias primas sucedáneas, que “imitan” las propiedades organolépticas de otros alimentos, abre la inquietante posibilidad de inventar nuevas formas para defraudar a consumidores, empresas y estados, generando, simultáneamente, alto riesgo para la salud pública. ![]() l constante y cada vez más profundo aporte de la ciencia y biotecnología, ha permitido que la industria de alimentos experimente un auténtico salto cuántico evolutivo, expresado en el desarrollo de nuevos ingredientes y materias primas de última generación. Esto ha permitido, por ejemplo, la aparición de una amplia gama de alimentos y bebidas de base vegetal (plant based) que, literalmente, “imitan” las propiedades organolépticas de los alimentos cárnicos o lácteos (según corresponda), permitiendo, de este modo, ampliar de manera significativa el mercado objetivo de los llamados “productos alternativos”. Estos avances han sido posibles, en su mayoría, gracias al uso de tecnologías disruptivas como, por ejemplo, la Inteligencia Artificial o IA utilizada por NotCo y otras empresas alimentarias de base científica y tecnológica, para elaborar su carta de productos alternativos. Estos algoritmos de última generación están preparados para determinar las cantidades exactas de ingredientes y materias primas (incluyendo hormonas, saborizantes y colorantes, entre otros), que se requieren para que los alimentos y bebidas de base vegetal, tengan el mismo sabor, aroma y color de las carnes rojas, blancas y lácteos. Sin embargo, este mismo avance disruptivo, que tantos beneficios ha brindado a la nueva generación de emprendedores alimentarios biotecnológicos, también tiene su lado oscuro, pues al mismo tiempo genera (al menos teóricamente) la opción viable de “replicar” sabores, aromas y texturas, sin informarlo al mercado o a las autoridades regulatorias, con el claro objetivo de engañar a consumidores y estafar a otras empresas. En otras palabras, la misma tecnología que brinda nuevas oportunidades de negocio, legítimas y honestas, a emprendedores e industrias tradicionales, también abre oportunidades para que individuos y organizaciones inescrupulosas cometan “fraude alimentario”. RIESGOS DEL SIGLO XXI Si bien la IA puede ayudar a las empresas a mejorar a optimizar la producción y mejorar la detección de amenazas como, por ejemplo, el riesgo de Enfermedades de Transmisión Alimentaria y de alteraciones en la composición de los alimentos; también podría ser aprovechada por estafadores para adulterar de manera maliciosa la composición de alimentos y bebidas. Esto, a su vez, podría traducirse en situaciones muy complejas, como adquirir productos de baja calidad nutricional e, incluso, que transmitan peligro de infecciones. Al respecto, Diego Varela, Secretario Ejecutivo de la Agencia Chilena para la Calidad e Inocuidad Alimentaria, ACHIPIA, comenta que la rápida masificación de la tecnología permite que delincuentes y empresas malintencionadas tengan cada vez más acceso a herramientas que no solo les permiten producir alimentos de manera fraudulenta, sino “también imitar paquetes y envases que son distribuidos rápidamente en canales informales de venta de alimentos”. Sin embargo, Varela también puntualiza que esa misma tecnología es también una aliada, “pues posibilita la detección de alimentos fraudulentos en forma más rápida y barata que antes, aunque aún sigue siendo caro hacer análisis de laboratorios en grandes cantidades”. “Por ello -indica-, es necesario focalizar la fiscalización, hacer más eficiente la colaboración público-privada y educar a la población y alentarla a usar los canales regulares para hacer denuncias”. Opinión similar manifiesta la Dra. María Angélica Larraín Barth, profesora asociada del departamento de Ciencia de los Alimentos y Tecnología Química, de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas de la Universidad de Chile, quien ha participado durante los últimos años en el proyecto “Helios” de esta casa de estudios. Durante su participación en el XXIII Congreso Internacional ALACCTA 2025, realizado en la Escuela de Alimentos de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, la Dra. Larraín comentó que, frente a los nuevos desafíos que plantea la evolución del fraude alimentario, se necesita realizar un trabajo constante de actualización y modernización de las herramientas e instrumentos que se aplican para combatirlo, “pues las organizaciones que hoy se dedican a esto, son a su vez, cada vez más sofisticadas”. “Por ello, desde el proyecto Helios hemos realizado un trabajo intenso para identificar todas las formas que hoy adopta el fraude alimentario, para así avanzar en el desarrollo de estrategias modernas y eficientes, que nos permitan detectarlo y prevenirlo a tiempo”, agrega la académica. Desde el ámbito empresarial, en tanto, Andrés Eyzaguirre Larraín, Director de Asuntos Corporativos de Nestlé Chile, enfatiza que en los últimos años se ha podido observar un aumento de los casos de fraudes, los que han evolucionado en su masificación, sofisticación y alcance. “En esa línea -indica el ejecutivo-, la falsificación de alimentos es uno de los más comunes, convirtiéndose en una amenaza para la salud de las personas y que puede tener consecuencias amenazantes para la población. Este tipo de delitos ya no solo ocurre en mercados informales, sino que puede permear a otros canales de distribución, constituyendo una amenaza significativa para la seguridad e inocuidad de los alimentos”. Eyzaguirre también puntualiza que esta situación no solo debilita la competencia leal en el mercado, sino que también “puede propiciar un entorno propenso para actividades delictivas como robo, lavado de activos y explotación laboral”. PELIGRO PARA LA SEGURIDAD E INOCUIDAD Precisamente estas variables de alto riesgo que citan los especialistas, son las que encienden las alertas en el mercado, pues así como las nuevas generaciones de emprendedores apuestan por el uso de tecnologías como la IA generativa, para experimentar con nuevos sabores, las organizaciones criminales también podrían intentar utilizar el poder “creativo” de App de vanguardia como Chat GPT o similares, para “copiar” sabores, aromas y otras propiedades organolépticas. Respecto de dicho punto, Diego Varela recuerda que desde hace ya varios años se generan ingredientes, materias primas, sabores y aromas por medios tecnológicos, pues esto permite asegurar tanto el volumen, como la calidad e inocuidad de los alimentos que se producen. Por lo tanto, “la tecnología es en primera lugar una aliada y una herramienta que, bien usada, trae beneficios, y sin la cual no sería posible alimentar a la población”, enfatiza. “El problema se genera -precisa-, cuando la tecnología se usa de manera fraudulenta, para producir ingredientes y aditivos que imitan a otros, sin ser esto declarado. Ahí podemos hablar de falsificación, es decir, de hacer una imitación de un producto alimenticio con la intención de engañar, defraudar, o sustituir un ingrediente por otro de menor valor, sin declararlo”. Este tipo de acciones, no solo generan grave perjuicio económico, tanto para las empresas, como para los consumidores y los estados, sino que también constituyen un fuerte riesgo para la seguridad e inocuidad alimentarias, pues, tal como explica Diego Varela, “un alimento fraudulento incumple parte o todos los protocolos diseñados por la autoridad sanitaria para cuidar la salud pública, evadiendo leyes y normas para obtener dividendos, sin importar si en el camino hay un daño severo a la salud de los consumidores”. “Además, un alimento fraudulento es una seria amenaza para un activo intangible, pero central, en el funcionamiento de los sistemas alimentarios, que es la confianza entre todos sus actores, incluyendo productores, comercializadores y consumidores”, añade Varela. Punto de vista que comparte Andrés Eyzaguirre, quien recalca que “la falsificación de alimentos representa una amenaza directa para la inocuidad y seguridad alimentaria”. “Este peligro -señala-, tiene relación con el desconocimiento sobre el origen, contenido y condiciones que tuvieron los productos en el proceso de fabricación y manipulación, exponiendo a quienes lo consumen a distintos riesgos, entre los que destacan la contaminación física, química, microbiológica o alergénica”. ¿CÓMO ENFRENTAR LA AMENAZA? Si bien aún no se han detectado casos concretos de fraude alimentario cometido mediante el uso de IA, la amenaza está latente en la medida que esta tecnología se perfecciona día a día, haciendo cada vez más difícil detectar lo que es “real” de lo “replicado”. Y aunque replicar las propiedades organolépticas de un alimento o bebida, para intentar engañar a los consumidores, es bastante más complejo que falsificar videos imitando rostros, voces o movimientos corporales, ya existen claims publicitarios que nos invitan a degustar sucedáneos plant based que “saben casi exactamente igual” a los productos de origen animal o lácteo. Una realidad que va más allá de los mensajes publicitarios y que, gracias al vertiginoso avance biotecnológico moderno, tarde o temprano podría derivar en la comercialización de alimentos o bebidas fraudulentos prácticamente indistinguibles, con el peligro agregado de utilizar ingredientes de baja calidad o escaso valor nutritivo. Frente a este escenario potencial, aún lejano, pero no imposible, Diego Varela comenta que “es importante tener marcos legales y regulatorios actualizados, que permitan estar a la altura y se muevan a la velocidad en la que lo hacen quienes se dedican al fraude alimentario, y para esto es necesario, ciertamente, un trabajo activo de actualización regulatoria y sensibilización política en el poder legislativo. Pero no es suficiente, si no se trabaja en conjunto con el sector privado y académico”. En tal sentido, Varela hace un llamado a reguladores y fiscalizadores, para que estén más al tanto de lo que pasa y sean capaces de adecuar la regulación y las herramientas tecnológicas. “La legislación debe avanzar y tipificar el fraude alimentario como un delito, caracterizarlo y asociarlo a penas adecuadas, que podrían ser muy altas, ya que se pone en riesgo la salud y la vida de las personas. Estamos sin duda al debe en esto en Chile, pero afortunadamente de a poco el tema se ha estado posicionando”, añade. Por su parte, Andrés Eyzaguirre recalca que, más allá de la tecnología utilizada, “la falsificación de alimentos debe combatirse en su más amplio sentido”. Del mismo modo, para el ejecutivo es esencial proteger a las marcas que se desempeñan lealmente en el mercado, ciñéndose a las normas establecidas y, al mismo tiempo, reforzar los mecanismos de denuncia, trabajando en forma coordinada con las policías, autoridades sanitarias, legales y de protección al consumidor. Para ello, “es importante contar con una estrategia sólida de prevención del delito mediante la creación de un marco operativo robusto, donde las autoridades desempeñen un rol central, especialmente mediante el fortalecimiento de las fiscalizaciones”, puntualiza. “Asimismo, resulta indispensable promover una colaboración estrecha con los organismos competentes, orientada a intercambiar información sobre productos falsificados y al desarrollo de investigaciones conjuntas que permitan enfrentar eficazmente esta problemática, que impacta seriamente la seguridad e inocuidad alimentaria”, agrega Eyzaguirre. Una estrategia que también defiende Diego Varela, para quien es esencial el trabajo conjunto intersectorial. “Este es un problema complejo que no se resuelve trabajando de manera separada, sino mediante la sinergia entre industria y sector público. De otra manera, no hay forma de que esto se pueda abordar”, explica. “Para ello es necesario continuar sensibilizando, actualizando tecnología y denunciando a la autoridad cuando se detectan alimentos fraudulentos en el mercado, porque la denuncia es clave para crear estadística que soporte la hipótesis respecto de si estamos, o no, frente a un crecimiento de este tipo de ilícito”, indica el Secretario Ejecutivo de ACHIPIA. ACCIONES CONCRETAS El trabajo, en tal sentido, ha sido intenso en los últimos años. En ACHIPIA, por ejemplo, ya se han realizado experiencias como el proyecto “Creación de Capacidades para la Aplicación de Ciencia y Tecnologías Nucleares en Sectores Alimentarios”, implementado en conjunto con la Comisión Chilena de Energía Nuclear (CCHEN), financiado por el Organismo Internacional de Energía Atómica OIEA, y mediante el cual se logró un diagnóstico de las capacidades analíticas para determinación de Origen y Verificación de Autenticidad en Alimentos. Esto permitió identificar en Chile 51 laboratorios con capacidad para trabajar algún aspecto relacionado con el origen y autenticidad de los alimentos. Simultáneamente se han realizado seminarios de alto nivel técnico con expertos internacionales; se implementaron dos cursos en línea y se confeccionó una hoja de ruta para abordar el tema a nivel nacional, cumpliendo con los requisitos de los países de destino de los alimentos de exportación que fuesen sensibles al fraude. “Con esta hoja de ruta -explica Diego Varela-, formamos recientemente una mesa de trabajo con el ministerio de Salud, el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (SERNAPESCA), SERNAC, ISP y Aduanas, donde se trabajará un Protocolo de comunicaciones entre distintos servicios con competencia para denuncias de fraude alimentario, que permita acciones de fiscalización conjuntas, y además se elaborará una campaña comunicacional de sensibilización a la población”. Desde el ámbito privado, en tanto, Andrés Eyzaguirre destaca que Nestlé cuenta con un equipo especializado en protección de marcas y detección de productos falsificados, que cuenta con el apoyo de abogados y expertos en propiedad intelectual. “En Chile -enfatiza-, hemos actuado con rapidez denunciando ante el SERNAC, la Seremi de Salud y las policías los casos identificados, y hemos informado activamente a nuestros consumidores a través de canales oficiales. Además, a nivel global, trabajamos con estándares estrictos de calidad y trazabilidad que buscan garantizar la autenticidad de nuestros productos, y colaboramos con autoridades regulatorias para establecer marcos normativos robustos frente al fraude alimentario”. Esfuerzos multisectoriales, que se suman a valiosas iniciativas académicas, como el Proyecto Hélice de la Universidad de Chile, y que son necesarias para desarrollar estrategias eficientes, flexibles y capaces de adaptarse tanto a la evolución de la propia industria, como de las técnicas desarrolladas para defraudar a personas e instituciones. GALERÍA
OTROS REPORTAJESLos expertos coinciden en que la producción de alimentos y bebidas, en Chile y el mundo, tendrá un desarrollo cada vez más innovador y creativo, gracias al aporte del conocimiento científico y biotecnológico, y al impacto positivo de las nuevas tendencias de consumo natural, saludable y sostenible. ![]() a moderna industria de alimentos vive una evolución cada vez más vertiginosa y disruptiva, expresada tanto en avanzadas herramientas tecnológicas, como en el impacto que las tendencias de consumo tienen en el desarrollo de nuevos productos, ingredientes y materias primas. Esto se traduce en la creciente necesidad de adaptarse con más eficiencia y agilidad a los cambiantes requerimientos de un público que aún busca indulgencia, pero que al mismo tiempo está decidido a cuidar tanto su salud como la del planeta. Por ende, las empresas enfrentan el complejo desafío de retener a sus públicos objetivos, mediante formulaciones que ofrezcan placer sensorial y, simultáneamente sean una fuente segura, e inocua, de nutrientes esenciales y naturales. Todo ello, sin incrementar el impacto negativo que tradicionalmente han tenido los sistemas productivos en el medio ambiente y brindando soluciones capaces que impulsen la reutilización de desechos y aporte más carbono neutralidad. EJES CLAVES PARA EL DESARROLLO ARMÓNICO Si bien es un escenario extremadamente ambicioso, hoy existe consenso en que las empresas tienen las capacidades necesarias técnicas, humanas y de conocimiento, para responder en forma adecuada a todos estos requerimientos. De hecho, numerosas compañías en todo el mundo ya han emprendido este camino, con mayor o menor énfasis, lo que en términos concretos se traduce en la prevalencia de cinco tendencias centrales, que durante este año fructificarán en el desarrollo de nuevas variedades de alimentos y bebidas más saludables, naturales y sostenibles. A juicio de los expertos internacionales, estas tendencias clave son los siguientes: 1. Más conciencia sobre la importancia de cuidar la salud Los consumidores están cada vez mejor informados sobre la relación entre alimentación sana y bienestar general. Por ello, hoy buscan alimentos que los ayuden a prevenir enfermedades y a mejorar su calidad de vida, presente y futura. 2. Absoluta transparencia y trazabilidad Hoy los consumidores exigen saber de manera exacta, el contenido de los productos que compran. Por ello, es imprescindible que las etiquetas sean claras, precisas y concisas. 3. Crecimiento de los alimentos con propiedades funcionales Cada vez será más amplia la oferta de productos con beneficios comprobables para la salud, y que incluyan ingredientes tales como, proteínas, minerales, fibra, probióticos, antioxidantes y aceites omega-3, entre otros. 4. Aporte decisivo de la biotecnología La necesidad de lograr equilibrio eficiente y armónico entre indulgencia y salud, permitirá que la innovación biotecnológica tenga cada vez más importancia para el desarrollo de nuevos alimentos y materias primas. 5. Sostenibilidad y circularidad El cuidado del medioambiente y la urgente necesidad de reducir el desperdicio alimentario, se traducirá en la aplicación de nuevas y más eficientes estrategias para reducir la huella de carbono empresarial. Esto impulsará la implementación de acciones tales como, por ejemplo, crear nuevos “alimentos reciclados” (upcycling food) y utilizar envases biodegradables o de origen vegetal, entre otras. Asimismo, en todo el mundo los fabricantes también están evolucionando hacia métodos de producción más sostenibles, optimizando el uso del agua y recurriendo también a fuentes de energía renovables. EN BUSCA DE NUEVOS HORIZONTES Este énfasis en la innovación biotecnológica, saludable y sostenible, permitirá que este año seamos testigos de nuevos y atractivos lanzamientos de productos, materias primas y envases. Todo ello reflejado en diversos emprendimientos que buscan consolidarse en el mercado nacional e internacional, y también en la renovación de los paradigmas productivos clásicos de la gran industria. Al respecto, Gonzalo Uriarte Herrera, presidente de Alimentos y Bebidas de Chile (AB Chile), comenta que para 2025 “se observa una convergencia de tendencias que están marcando el rumbo del sector de alimentos y bebidas, tanto a nivel local como global”. El ejecutivo también afirma que, en dicho escenario, la sostenibilidad sigue siendo un eje transversal, “pues los consumidores están cada vez más atentos al impacto ambiental de lo que consumen, lo que impulsa a las empresas a innovar en envases reciclables, procesos más eficientes y trazabilidad”. Uriarte estima, así mismo, que la salud y bienestar continuarán ganando protagonismo, con una fuerte demanda por productos funcionales, bajos en azúcar, sin aditivos y con beneficios nutricionales claros. “Este año en particular, vemos un crecimiento sostenido en la incorporación de ingredientes naturales y reformulación de productos tradicionales”, asegura. A su juicio, otro fenómeno cada vez más relevante es el uso de Inteligencia Artificial (IA) en toda la cadena de valor, desde la producción hasta la experiencia de compra. “Por ejemplo -indica-, para mejorar la planificación de demanda y de los canales de venta directa al consumidor, y lograr una mayor personalización en la oferta”. El presidente de AB Chile considera, además, que el actual contexto económico desafiante obliga a las empresas a encontrar equilibrio entre eficiencia, innovación y accesibilidad, “lo que también abre oportunidades para nuevos formatos, alianzas estratégicas y un mayor foco en innovación”. Puntos de vista que comparte Graciela Urrutia, gerenta del programa estratégico Transforma Alimentos, de CORFO, quien asegura que, durante este año, se consolidará el enfoque en la calidad y los atributos específicos de los ingredientes, incluyendo variables como frescura, sabor, beneficios para la salud y contenido nutricional, todas las cuales “resultan claves para diferenciarse”. Urrutia estima que esto permitirá el auge de los alimentos funcionales o que se alinean con objetivos de salud específicos, como control de peso, bienestar mental y rendimiento físico. “Esto también incluye la personalización en la nutrición, adaptada a diferentes etapas de la vida y estilos de vida de los consumidores”, agrega. En su opinión, la oferta de productos sostenibles también seguirá aumentando, en especial los de menor impacto social y medioambiental, los más naturales o con el menor número de ingredientes posible, y las múltiples alternativas origen vegetal. Para la gerenta de Transforma Alimentos, este desarrollo evolutivo también consolidará tendencias más recientes, como el posicionamiento competitivo de alimentos nutritivos y a precios más accesibles, elaborados por pequeñas empresas; y de productos que rescatan la gastronomía tradicional y ancestral mediante nuevas preparaciones. A este grupo se unirán las soluciones de empresas tecnológicas, basadas en Inteligencia Artificial (IA), con foco en la eficiencia de los procesos y en la calidad de los productos. “Todas estas tendencia reflejan una industria en constante evolución, donde la innovación y la sostenibilidad son clave para satisfacer las expectativas de los consumidores modernos”, explica Urrutia. Por su parte, Alejandro Osses, gerente del Centro Regional de Estudios en Alimentos Saludables, CREAS, considera que hoy la tendencia más relevante es el concepto de sostenibilidad alimentaria. Desde su perspectiva, esto incluye, a su vez, la consolidación de “subtendencias relevantes”, como, por ejemplo: • Desarrollo de productos locales. • Generación de ingredientes naturales y obtenidos desde subproductos o fuentes no convencionales, como harinas de insecto. • Nuevas líneas de productos plant based o elaborados mediante fermentación de precisión. • Elaboración de envases más amigables con el medio ambiente. IMPACTO EN CHILE Nuestro país, no está ajeno a estas tendencias. De hecho, cada día son más evidentes y extendidas entre los fabricantes de alimentos y bebidas, tal como lo asegura el presidente de AB Chile, quien añade que esto “ya se refleja en acciones concretas por parte de la industria”. “La sostenibilidad, por ejemplo -asegura-, es un compromiso creciente de nuestro gremio: así lo demostramos construyendo el primer informe de sostenibilidad 2024, donde se relevan importantes iniciativas del sector en torno a reducir la huella de carbono, optimizar el uso del agua, promover un estilo de vida saludable, e innovar en envases con menor impacto ambiental por nombrar algunas”. Gonzalo Uriarte agrega que la economía circular también ha ganado terreno, con programas de recuperación de materiales y rediseño de procesos, mientras que en el ámbito de la salud y bienestar “la reformulación de productos ha sido una respuesta activa al nuevo perfil del consumidor, y a la evolución de la normativa, especialmente con la implementación de la Ley de Etiquetado”. A esto se suma, en opinión del ejecutivo, una oferta cada vez más diversa de productos plant-based, orgánicos o funcionales, que ya están presentes en el retail y la gastronomía. Del mismo modo, el uso de tecnología ha avanzado en distintas etapas de la cadena de valor alimentaria, “pues hoy muchas empresas locales utilizan herramientas de analítica de datos, automatización y control en tiempo real para mejorar productividad y calidad. También ha crecido la venta directa a través de plataformas propias o marketplaces, lo que ha acercado a los productores al consumidor final”, enfatiza Uriarte. Visión que comparte Graciela Urrutia quien recalca que varias de estas tendencias ya han sido implementadas exitosamente en nuestro país, “especialmente por empresas innovadoras, startups, emprendimientos regionales y algunas grandes marcas que están adaptando su oferta”. La ejecutiva agrega que el “Catálogo de Innovación Alimentaria”, que cuenta con cinco ediciones, es una muestra concreta del dinamismo creativo que ha alcanzado la industria de alimentos en los últimos años. “A modo de ejemplo -comenta-, encontramos un aumento de productos funcionales orientados al bienestar mental, digestivo y al sistema inmune. También hemos visto una rápida expansión de productos plant-based y una tendencia hacia etiquetas limpias, con ingredientes simples y reconocibles, especialmente en líneas premium o saludables”. A su vez, en el ámbito de la sostenibilidad y trazabilidad, “se observan avances en envases reciclables, medición de huella de carbono, aplicaciones de tecnologías emergentes -IA y otras-, así como el uso de ingredientes locales o regenerativos”, agrega. Misma opinión tiene Alejandro Osses, quien recalca que ya existen empresas productoras de harina de larva de mosca soldado, así como diversos emprendimientos que tratan de validar y comercializar materias primas obtenidas mediante fermentación de precisión. A estas se suman otras compañías que revalorizan subproductos de la industria pesquera y agroindustrial, entre otros ejemplos. “Las oportunidades relacionadas con la sostenibilidad están siendo aprovechadas por la industria nacional cada día más”, asegura Osses. EL CRUCIAL EMPUJE BIOTECNOLÓGICO Un aporte fundamental para este constante desarrollo innovador y sostenible, proviene de la implementaciones de soluciones biotecnológicas, las cuales han permitido darle un importante valor agregado a la industria alimentaria nacional, especialmente a los emprendedores, no solo desde el punto de vista interno, sino también como oportunidad para abrir nuevos mercados de exportación. En tal sentido, Gonzalo Uriarte considera que hoy estamos avanzando a grandes pasos por una nueva etapa de desarrollo biotecnológico, que tendrá un impacto profundo en la industria de alimentos y bebidas. “La convergencia entre ciencia, tecnología e innovación -detalla Uriarte- está permitiendo avances que hace pocos años eran impensables, desde nuevos cultivos más resistentes al cambio climático, hasta ingredientes diseñados con precisión para mejorar el perfil nutricional de los productos o extender su vida útil”. A su juicio, este potencial también está empezando a concretarse en nuestro país, pues “existen líneas de investigación y desarrollo muy prometedoras en universidades, centros tecnológicos y empresas, orientadas a la utilización de microorganismos, enzimas y otras herramientas biotecnológicas para optimizar procesos productivos, reducir residuos”. Para el directivo este aporte trascendental de la biotecnología también abre nuevas posibilidades en materia de proteínas alternativas, fermentación de precisión y soluciones para mejorar la trazabilidad y seguridad alimentaria, aunque esto también plantea “el desafío de articular esfuerzos entre el mundo público, privado y académico, y generar un entorno regulatorio y de inversión que permita escalar estas soluciones con impacto real en el mercado y en la sostenibilidad del sistema alimentario”. Punto de vista que también defiende Graciela Urrutia, quien asegura que gracias a esta fortaleza, nuestra industria tiene la capacidad de elaborar alimentos y productos hechos a la medida, según el tipo de consumidor. “Hace unos años -detalla-, la carne cultivada era un desarrollo impensado y hoy incluso en Chile, tenemos empresas dedicadas a ella, como Luyef Biotechnologies. Además, en el mundo de los pre y probióticos, también ya contamos con empresas que los desarrollan en cápsulas, como Liva Company, o los incorporan en alimentos, como Bifidice”. Graciela Urrutia puntualiza, asimismo, que hoy la biotecnología no solo se ve aplicada en alimentos, sino también en toda la industria que se desarrolla a su alrededor, como la de envases. “Tenemos el caso concreto de la empresa Atacama Biomaterials, que crea biomateriales con Inteligencia Artificial (IA). O sea, en este caso particular, diferentes disciplinas trabajan juntas para dar vida a un producto completamente innovador, que es full tendencia y demandado por el mercado”, explica. La gerenta de Transforma Alimentos también enfatiza que la reciente creación de la Asociación de Empresas de Biotecnología de Chile, es una muestra concreta de la importancia que esta dimensión creativa ha adquirido en nuestro país, “algo que celebramos y que, sin duda, activará aún más nuestro ecosistema de emprendimientos en alimentos”, enfatiza. Pese a los buenos augurios trazados por esto emprendimientos, Alejandro Osses estima que aún existen muchas posibilidades de investigación y desarrollo, que deben desarrollarse y consolidarse, antes de cantar victoria, “especialmente en el escalamiento industrial de las soluciones biotecnológicas”. A su juicio, el gran desafío actual “es lograr que estos desarrollos sean lo suficientemente rentables, y para ello se trabaja fuertemente en la disminución de sus costos”. De todos modos, existe pleno consenso en que el camino evolutivo ya está trazado, y que en el corto plazo cada vez más empresas se sumarán a él, diversificando la oferta y consolidando el crecimiento de una nueva cultura alimentaria saludable, nutritiva, inocua, segura y sostenible. GALERÍA
OTROS REPORTAJESEl crecimiento del ecosistema emprendedor alimentario nacional, se ha beneficiado en los últimos años por el destacado aporte de un creciente número de mujeres innovadoras, cuya presencia no solo crea nuevas oportunidades de negocio en los mercados interno y externo, sino que también forja una valiosa plataforma de I+D+i, para el desarrollo de conocimiento técnico y científico. ![]() ara nadie es un misterio, que el empuje femenino se ha transformado, gradual y sostenidamente, en un elemento clave para el crecimiento del ecosistema emprendedor nacional. De hecho, según estadísticas del ministerio de Economía, hoy las mujeres representan 38,6% del universo de emprendimientos operativos, lo que equivale a cerca de 795 mil empresas. En otras palabras, su aporte es esencial para impulsar el crecimiento de un sector que cada día genera nuevas oportunidades para la creación de empleos, la apertura de nuevas oportunidades de negocio y la conquista de atractivos mercados internos y de exportación. Variables que, simultáneamente, se suman a la disponibilidad de atractivas herramientas de I+D+i, que contribuyen a la generación de valioso conocimiento científico y biotecnológico, no solo para nuestro país, sino también para toda la humanidad. INNOVACIONES SALUDABLES, NUTRITIVAS Y SOSTENIBLES Este trascendental aporte también se refleja de manera elocuente en el sector alimentario, pues en la última edición del Catálogo de Innovación Alimentaria, producido por el programa Transforma Alimentos de CORFO, 25 de las 50 empresas seleccionadas, son lideradas por mujeres. Una proporción significativa que, según comentan desde la institución, cada año crece de manera sostenida y que en el corto a mediano plazo posicionará a las emprendedoras como el motor fundamental para la consolidación de la nueva generación de startups alimentarias. Una tendencia que se refleja especialmente en los emprendimientos de base científico tecnológica, que están llamados a convertirse en el nuevo eje impulsor de las exportaciones sectoriales. Según explica Carolina Muñoz, directora de Gestión de Redes y Nuevas Iniciativas de Transforma Alimentos, recientes estudios asocian el liderazgo femenino de empresas, a variables de alto impacto tales como: ● Negocios de buen crecimiento ● Innovación ● Desarrollo de nuevas oportunidades. Un panorama del que tampoco está exento la industria alimentaria, pues “hoy más que nunca, el rol de las mujeres es esencial para dinamizar este ecosistema y responder a las demandas de un mercado cada vez más exigente y consciente con el planeta”, asegura Carolina Muñoz. La directiva también comenta que esta tendencia ha permitido el nacimiento de nuevos emprendimientos en el sector, comprometidos con el desafío de ser sostenibles y que, apoyados en sus capacidades científico-tecnológicas, han explorado el desarrollo de nuevos productos a base de novedosos ingredientes y procesos. “Todo esto -afirma-, utilizando materias primas únicas, de alto valor e impulsando enfoques de producción colaborativos, justos y responsables con el territorio”. “Este sello femenino de trabajo en equipo, conciliación y empatía -enfatiza Carolina-, no solo abre oportunidades de negocios, sino que además promueve la diversificación de la oferta y la adopción de prácticas más éticas en toda la cadena de valor”. Esto incluye, a su juicio, desde la creación de alimentos saludables y funcionales, hasta la utilización de subproductos para reducir el desperdicio, pasando por la inclusión de ecodiseño e Inteligencia Artificial (IA) en el desarrollo de envases y embalajes. Características en que las mujeres han demostrado gran capacidad para diseñar soluciones que impactan positivamente, tanto al consumidor como a las economías locales. Por ende, “con la creciente demanda de alimentos saludables, sostenibles y nutritivos, su presencia es un factor clave para fortalecer un sector alimentario competitivo y coherente con tendencias locales y globales”, destaca la directiva de TA. Opinión que comparte Solange Brevis, presidenta del Colegio de Ingenieros Alimentos de Chile, CIACh, para quien “las mujeres emprendedoras han sido una fuerza transformadora en el ecosistema de innovación alimentaria chileno”. “Su contribución -asegura- puede catalogarse como fundamental y disruptiva, aportando no solo diversidad sino también nuevas perspectivas a un sector tradicionalmente dominado por hombres”. Solange Brevis también enfatiza que el impacto de las mujeres ha sido especialmente notable en la creación de soluciones innovadoras, que abordan problemáticas actuales como: ● Sostenibilidad, salud y bienestar. ● Conexión con las tradiciones culinarias locales. La presidenta de CIACh considera que, en estos campos, las emprendedoras “han demostrado una destacada capacidad para identificar nichos de mercado desatendidos y desarrollar productos que respondan a las crecientes demandas de los consumidores por alternativas más saludables, sostenibles y éticamente producidas”. “Además -añade-, han sido pioneras en la implementación de modelos de negocios que priorizan el triple impacto: económico, social y ambiental, lo que ha elevado los estándares de la industria, y ha influido positivamente en las prácticas del sector en general”. PRESENCIA MULTISECTORIAL Uno de los aspectos más destacados de este significativo aporte creativo y vigorizador del talento femenino, radica en que no se reduce solo a segmentos de servicios o de mono producción. Por el contrario, cada vez se registran más casos de éxito de startups lideradas por mujeres, que han brindado destacados aportes en biotecnología, reutilización de subproductos y desarrollo de materias primas disruptivas, entre otros avances. En tal sentido, Carolina Muñoz comenta con orgullo, que hoy las mujeres “estamos presentes a lo largo de toda la cadena de valor del sector alimentario”. “Podemos encontrarnos como referentes en el cultivo y extracción de materias primas sostenibles y rescatando el patrimonio gastronómico de una zona, liderando el desarrollo de soluciones biotecnológicas de alta demanda en el mercado, o dirigiendo iniciativas y tomando decisiones estratégicas, que impulsan grandes transformaciones en la industria”, destaca. Muñoz también recalca que la experiencia femenina se traduce en mayor diversidad de puntos de vista, así como en abordajes disruptivos a los complejos desafíos del sector, y en la construcción de redes de colaboración de largo plazo, tanto en Chile como en el extranjero. “Con ello -agrega-, se abre un espacio cada vez más visible para las mujeres en la industria, promoviendo la equidad y la inclusión en ámbitos donde las miradas y capacidades femeninas resultan fundamentales para impulsar el tránsito hacia sistemas alimentarios más innovadores y sostenibles”. Aporte que para Solange Brevis no solo es trascendentalmente valioso, sino que actualmente también impulsa el crecimiento en cinco áreas estratégicas para el sector: 1. Alimentos funcionales y nutracéuticos: Desarrollo de productos con beneficios específicos para la salud, “donde el enfoque holístico de muchas mujeres ha sido clave”. 2. Economía circular y valorización de subproductos: Proyectos innovadores que transforman residuos de la industria alimentaria en nuevos productos de valor agregado, “contribuyendo a la sostenibilidad del sector”. 3. Biotecnología aplicada a alimentos: Desarrollo de fermentos, probióticos y procesos biotecnológicos para mejorar propiedades nutricionales. 4. Alimentos de origen vegetal: Un sector en crecimiento explosivo, “donde las mujeres lideran el desarrollo de alternativas vegetales innovadoras”. 5. Rescate y revalorización de ingredientes nativos: Emprendimientos que valorizan materias primas autóctonas y saberes ancestrales, “contribuyendo además a la preservación del patrimonio alimentario chileno”. CRECIMIENTO SOSTENIDO Claro que todos estos ejemplos son solo el punto de partida para un desarrollo que, en opinión de los expertos nacionales y extranjeros, crecerá a un ritmo exponencial. Ello, a la larga, permitirá que el aporte emprendedor femenino alimentario, abarque cada vez más rubros, expandiendo la posibilidades de desarrollo a todo el conjunto de la economía nacional. En tal sentido, Carolina Muñoz está segura de que, a la luz del desarrollo exponencial de los años recientes, la participación de las mujeres en el sector alimentario está llamada a seguir creciendo, no solo en Chile, sino también a nivel global. “Actualmente -afirma-, se vive una convergencia de factores que impulsa este aumento, incluyendo la búsqueda de sistemas alimentarios más seguros y sostenibles, las tendencias por alimentos saludables y funcionales, y la búsqueda de modelos de producción más responsables y resilientes”. La directora de Transforma Alimentos pone como ejemplo el crecimiento, año a año, de las empresas postulantes y seleccionadas en el Catálogo de Innovación Alimentaria de Chile. “Allí podemos ver de forma agregada -explica-, que 40% de ellas son lideradas por mujeres, siendo un 38% de regiones y en su mayoría, MiPymes”. “Este liderazgo femenino no solo está dinamizando nuestra economía, sino también abriendo camino a otras emprendedoras, aportando talento, resiliencia, adaptación y soluciones creativas”, explica Muñoz. Visión optimista que reafirma en forma entusiasta Solange Brevis, quien también anticipa una fuerte expansión del talento femenino hacia sectores emergentes tales como: ● Tecnología alimentaria avanzada: incluyendo impresión 3D de alimentos, desarrollo de proteínas alternativas y nuevos sistemas de procesamiento. ● Inteligencia artificial aplicada a formulación alimentaria: incluyendo optimización de procesos y desarrollo de nuevos productos mediante algoritmos y Big Data. ● Sistemas alimentarios regenerativos: Implementando soluciones no solo sostenibles, sino que también regeneren ecosistemas. ● Personalización nutricional: Mediante desarrollo de soluciones alimentarias adaptadas a perfiles genéticos y necesidades individuales. “Todo este crecimiento -asegura Brevis-, será fundamental para el desarrollo del país, ya que aportará diversificación a la matriz productiva, agregará valor a nuestras materias primas, impulsará la innovación y contribuirá a posicionar a Chile como polo de emprendimiento alimentario global”. Por ello, resulta imprescindible que el sector, en general, continúe comprometiéndose a apoyar y potenciar este proceso, eliminando barreras y generando más y mejores condiciones de participación equitativa, que faciliten el surgimiento de más liderazgos femeninos en el sector alimentario nacional. GALERÍA
OTROS REPORTAJESLa necesidad de incrementar la producción, sin generar mayor impacto negativo en el medioambiente, ha permitido que estos relevantes actores de la naturaleza adquieran roles cada vez más protagónicos en la constante lucha de la agroindustria por ser más eficiente, saludable y sostenible. ![]() a población mundial y sus necesidades de alimentación crecen exponencialmente. De hecho, según estadísticas de ONU, en 2050 la industria agropecuaria deberá abastecer a 10 mil millones de habitantes. La complejidad de este escenario se basa en que, en términos prácticos, significa incrementar en más de 70% su producción actual. Sin embargo, esto no solo implica disponer de más alimentos, sino también optimizar significativamente su calidad nutricional. Objetivo que, a juicio de analistas y científicos, no puede alcanzarse solo con los métodos tradicionales de producción lineal utilizados en la mayor parte de las empresas, porque no son eficientes ni sustentables. De hecho, la agroindustria tradicional es responsable de más de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero, por lo que es absolutamente indispensable reinventar procesos y, al mismo tiempo, desarrollar nuevas fuentes de alimentación que permitan satisfacer las necesidades nutritivas de la población, sin generar más impacto negativo en los ecosistemas. Esta búsqueda de la combinación perfecta entre eficiencia, salud y sustentabilidad, ha permitido que tanto el sector privado, como la academia, fijen su atención en recursos que ya forman parte de la alimentación humana, pero que solo hoy vuelven a adquirir un rol cada vez más protagónico en la dieta cotidiana, por su alto potencial nutritivo: algas y microalgas. MACROALGAS: MILENARIAS Y SALUDABLES Desde hace miles de años, las algas han sido pilares alimentarios de las civilizaciones orientales. Pero hoy su consumo gana cada vez más popularidad en la sociedad occidental, especialmente entre las nuevas generaciones, gracias a sus múltiples beneficios nutricionales. Además, su producción tiene menor impacto ambiental, comparada con la agricultura y ganadería tradicionales. Algas marinas como Nori, Wakame y Kombu, entre otras, son excelentes fuentes de minerales esenciales, como yodo, hierro, calcio y magnesio, además de proporcionar varias vitaminas del complejo B. También son excelente fuente de proteínas (dependiendo de la especie), y contienen aminoácidos esenciales para el organismo. Asimismo, son bajas en calorías, ayudan a controlar los niveles de triglicéridos y de azúcar en sangre, y su alto contenido de fibra optimiza la salud gastrointestinal y brinda más sensación de saciedad, lo que las convierte en excelente opción para mantener dietas nutritivas, equilibradas y saludables. Todas estas propiedades las hacen idóneas para su aplicación en diversos ámbitos de la industria alimentaria, no solo como platos o preparaciones específicos, sino también en forma de ingredientes, matrices alimentarias y aditivos, entre otras diversas opciones hoy disponibles en el mercado internacional, incluyendo Chile Al respecto, Juan Francisco Aldunce, Director Comercial y cofundador de Seaweedplace destaca que todas estas propiedades pueden encontrarse también en una de las algas más populares de la tradición culinaria de Chile, el Cochayuyo (Durvillaea antárctica), que contiene alto porcentaje de fibra insoluble, lo que ayuda al tránsito intestinal, y además tiene valor probiótico. “Estas propiedades fortalecen nuestros sistemas digestivo e inmunológico”, enfatiza. “Además -agrega el ejecutivo-, el cochayuyo contiene ácido algínico que también fortalece el sistema inmune y actúa directamente para reducir la cantidad de azúcar en sangre. Asimismo brinda antioxidantes y florotaninos, lo que en conjunto se traduce, por ejemplo, en excelentes propiedades anticancerígenas”. Para que todos estos beneficios sean acordes con las necesidades de las personas y el planeta, Aldunce recalca que es muy importante tener un manejo sustentable del recurso, lo que implica explotar de manera racional las praderas. “Si lo extraemos en forma indiscriminada o con técnicas inapropiadas, se pueden provocar impactos dañinos, como sucedió hace unos años en la región del Maule”, indica. Si bien estas propiedades son innegables y han sido demostradas fehacientemente por diversos estudios científicos, el consumo de algas en nuestro país no ha registrado un crecimiento importante en el último tiempo, fundamentalmente por un tema de percepción cultural y porque, además, “no se cosecha, procesa, ni conserva de manera apropiada”, destaca Juan Francisco Aldunce. “El consumidor chileno aún es reacio a consumir algas en forma natural, porque quienes las venden, incluyendo feriantes y retailers, no le permiten apreciar su sabor real. Por ejemplo, las personas están acostumbradas a ver un cochayuyo de color café y con un sabor muy fuerte, pero eso es como ir al supermercado y comprar un pollo descompuesto”, enfatiza Aldunce. “El auténtico cochayuyo -agrega- debe procesarse de manera muy cuidadosa, para que conserve sus propiedades organolépticas, y eso es lo que hoy estamos reforzando en Seaweedplace, mediante educación, distribución de nuestros productos, y también apoyando a Pymes y emprendedores que deseen participar de este atractivo esfuerzo”. En este sentido, Aldunce destaca que hoy son socios de la startup Micoseaweed Tech, creada por científicas del Centro de Biotecnología y Bioingeniería (CEBIB) de la Universidad de Chile, y que desarrolla una atractiva gama de alimentos que combinan las fuentes proteicas presentes en los hongos, con los atributos nutritivos de las algas marinas. “Son productos muy nutritivos y organolépticamente atractivos, por lo que en conjunto estamos analizando todas las alternativas existentes, para ir escalando posicionamiento y hacerlos más accesibles”, explica. El CEO de Seaweedplace también hace un llamado a las startups que deseen ingresar, o estén dando sus primeros pasos en este mercado, para que se acerquen y compartan sus experiencias, “de modo que podamos explorar los distintos caminos de asociatividad posibles, y contribuir mejor al posicionamiento de las algas como un producto competitivo y sustentable para la industria alimentaria chilena”. MICROALGAS: LA SIGUIENTE REVOLUCIÓN Otras fuentes nutritivas llamadas a tener máximo protagonismo en la alimentación del futuro, según los expertos internacionales, son las microalgas. Estos organismos se forman generalmente a partir de una sola célula, o bien, a partir de un pequeño número de células que se juntan en una estructura muy simple, pero que puede crecer y multiplicarse rápidamente en una biomasa grande y rica en nutrientes. Algunas de las microalgas más conocidas son Chlorella y Spirulina. Ambas son comestibles y además están asociadas a múltiples beneficios para la salud. Chlorella es nativa de Taiwán y Japón, y es muy conocida por su alto contenido de proteínas y nutrientes; mientras que Spirulina se encuentra mayoritariamente en África y Asia, y se utiliza por lo general en batidos o como suplemento. Sin embargo, no son las únicas especies comestibles presentes en la naturaleza. De hecho, las microalgas son los organismos vivos más antiguos del planeta, y los científicos ya han identificado más de cincuenta mil tipos diferentes (muchas de ellas potencialmente comestibles). Además, pueden crecer en ambientes muy diversos, y tolerar amplia gama de temperaturas y condiciones, incluyendo las más extremas (frío, calor, humedad y aridez). Esto permite que su cultivo a gran escala sea factible en diversos entornos, incluyendo agua dulce, salada e, incluso, contaminada (como la que proviene de algunas operaciones industriales y redes domiciliarias). Esto se traduce, incluso, en la factibilidad de utilizar el cultivo de microalgas como fuente para producción de biomasa nutritiva y, al mismo tiempo, purificar aguas servidas. Curiosamente, recurrir a microalgas como fuente de alimento no es novedad para la sociedad occidental. En América, algunas de las más importantes culturas prehispánicas, como los aztecas, utilizaron microalgas del género Spirulina, como fuente de alimento y proteínas, produciéndolas mediante técnicas básicas de cultivo. Estas prácticas fueron recientemente reafirmadas por un equipo de investigadores de la Universidad de California San Diego (UCSD), que descubrió que las microalgas que se encuentran en ambientes acuáticos, pueden ser una extraordinaria fuente de alimento para toda la humanidad, por su alto contenido proteico y nutricional. Los expertos expusieron sus conclusiones en un artículo publicado en la revista Frontiers in Nutrition, donde destacaron que la humanidad hoy necesita, más que nunca, reformular por completo sus procesos productivos alimentarios. Al respecto, el profesor Stephen Mayfield, profesor de biología de la UCSD y director del Centro de Biotecnología de Algas de California, afirma en la publicación que en el actual escenario de cambio climático, deforestación y crecimiento poblacional, “el mundo simplemente tiene que volverse más eficiente en la producción de proteínas (…), y la única forma de evitar un futuro realmente sombrío es comenzar la transición ahora hacia un entorno más sostenible, y las algas, como alimento, son una de esas transiciones que debemos hacer”. Punto de vista que también comparte la investigadora chilena Paula Medina Henríquez, CEO y Directora Científica de MetroCiencia, doctora en Ciencias del Mar, y actualmente cursando su posdoctorado en el Instituto Ciencias del Mar (ICM - CSIC) de Barcelona. En su opinión, “las microalgas están llamadas a desempeñar un papel fundamental en la lucha contra la escasez de recursos alimentarios que hoy enfrenta la población mundial, pues crecen en tres dimensiones en un volumen de agua, por lo que su rendimiento productivo es mayor que el de un vegetal común. Además, contienen un enorme potencial para crear biomasa de alto nivel nutritivo”. La doctora Medina también destaca que la eventual producción de microalgas a escala industrial se enmarca en los principios de la economía circular. “Por ejemplo -detalla-, podríamos cultivar microalgas utilizando las aguas residuales contaminadas de una planta láctea, y a partir de ese proceso obtendríamos dos productos igualmente positivos: biomasa de alto valor nutricional y aguas descontaminadas que podrían utilizarse para regar áreas verdes, o predios agrícolas ubicados en zonas áridas y desérticas, como el norte de Chile”. Uno de los puntos más destacados de las microalgas radica en que son ricas tanto en proteínas como en compuestos bioactivos y, por lo tanto, representan una fuente extremadamente importante de nutrición que se pueden añadir a muchos alimentos. De hecho, los investigadores de la UCSD recalcan que solo las microalgas Chlorella y Spirulina, por ejemplo, contienen entre 50 y 70% de proteína por peso seco, incluyendo los nueve aminoácidos esenciales. También son ricas en vitaminas A, B, C y B12, yodo, fibra y grasas saludables, incluidos los ácidos grasos esenciales Omega-3 y Omega-6. A esto se suma que son una alternativa más sustentable que las proteínas animales, ya que requieren mucho menos tierra y agua dulce para producirlas. Cifras que para el profesor Stephen Mayfield de la UCSD, demuestran que “las microalgas podrían ser el futuro superalimento sostenible, en un mundo que cambia rápidamente". Si bien el cultivo a escala industrial de microalgas para producción de biomasa nutritiva es un proceso que aún está en fases iniciales, ya existen interesantes iniciativas en diversas partes del mundo. Por ejemplo, la empresa Allmicroalgae de Portugal, ya desarrolla matrices alimentarias a base de microalgas para producir alimentos como galletas, pan, snacks y pastas para untar. A su vez, la compañía Algaenergy, en España, fabrica desde 2009 una amplia gama de bioestimulantes agrícolas a base de microalgas, la cual comercializa en toda Europa. Al respecto, la doctora Paula Medina enfatiza que estos ejemplos a escala industrial demuestran que el potencial existe y que la evidencia científica lo respalda como proceso viable, pero que “falta la valentía para dar el paso final y atreverse a ir más allá, especialmente en países como Chile, aun cuando tenemos la capacidad y el deber de apostar por esta tecnología, pues nos ayudaría resolver muchos problemas locales, como la escasez de agua para riego, por ejemplo”. “El potencial de las microalgas está ahí -agrega- y por eso debemos ser más visionarios y cambiar nuestra mentalidad. No podemos quedarnos solo con las cosas que siempre hemos hecho de una determinada manera, sino probar nuevas tecnologías y procesos, especialmente en el caso de las microalgas, porque si la biomasa creada a partir de microalgas permite generar generar biodiésel, aceites o bioestimulantes de cultivos, también puede servir para crear matrices alimentarias que en mi opinión, representan básicamente el futuro de la agroindustria”. La evidencia científica es abundante al respecto. De hecho, recientes estudios realizados en Europa establecen que algunas de las cepas de microalgas existentes podrían reemplazar potencialmente el 25% del consumo humano de proteínas, y el 50% del consumo total de aceite vegetal. Además, como pueden cultivarse en agua dulce, salada y, a veces, en aguas residuales industriales o domiciliares (dependiendo de la especie), se trata de un alimento altamente nutritivo y cuya producción tiene mínimo impacto en el medioambiente. Por ello, los analistas internacionales ya no dudan en definirlas como “superalimentos supersostenibles”. GALERÍA
OTROS REPORTAJESLa industria moderna tiene los recursos y la capacidad para implementar sistemas de producción segura, inocua, saludable y responsable con el medioambiente. Sin embargo, dicho esfuerzo también requiere de voluntad, conciencia, apoyo de especialistas y un marco regulatorio más eficiente, para alcanzar plenamente este objetivo. ![]() l éxito de la industria alimentaria no solo se basa en su capacidad para elaborar productos seguros, inocuos y saludables, sino también en su eficiencia y eficacia para lograr que dicha producción sea armónica con el medio ambiente. Una certeza que parece cada vez más consolidada a nivel de mercado, autoridades, organismos internacionales y academia; pero que también abre diversas interrogantes conceptuales, respecto de lo que se considera “alimentos sostenibles”. Según FAO, “la alimentación sostenible es la que se basa en una producción de alimentos con impacto ambiental reducido; que respeta la biodiversidad y los ecosistemas; es culturalmente aceptable; económicamente justa y asequible; y nutricionalmente inocua y saludable”. A su vez, los expertos de BBVA (entidad que apoya prácticas agroalimentarias sostenibles en todo el mundo), plantean que un alimento es verdaderamente sostenible, cuando durante su producción “se reduce el impacto medioambiental, se cuidan los recursos naturales y se respeta la biodiversidad, contribuyendo al mismo tiempo con la seguridad alimentaria y nutricional de la población”. En otras palabras, solo pueden considerarse “auténticamente sostenibles”, los alimentos y bebidas que, a largo plazo, cuidan tanto la salud de las personas como del planeta. PRECISIONES CONCEPTUALESEn nuestro país la opiniones son similares. Por ejemplo, el Dr. Nicolás Pizarro Aránguiz, médico veterinario y experto del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), considera que un alimento sostenible “es aquel producido con prácticas que minimizan el impacto ambiental, promueven la biodiversidad y garantizan la conservación de recursos naturales, como agua y suelo”. Esto implica, usar métodos productivos que no degraden el ecosistema, reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero y utilicen energías renovables o de bajo impacto. “Además, debe asegurarse justicia social y condiciones laborales adecuadas, a lo largo de la cadena de suministro”, enfatiza. Asimismo, para el Dr. Pizarro la sostenibilidad debe incluir criterios económicos que permitan asegurar que estas prácticas se mantengan a largo plazo, sin comprometer la seguridad alimentaria ni la viabilidad económica, y “mediante procesos que no perjudiquen la inocuidad de los alimentos”. Puntos de vista con los que concuerda el profesor Matías Campos, jefe de Negocios del Centro Tecnológico para la Innovación Alimentaria (CeTA), para quien un alimento sostenible es aquel que, “además de su aporte nutricional y características organolépticas específicas, conlleva otras variables como un impacto ambiental reducido que contribuye a la seguridad alimentaria”. El profesional pone como ejemplo los alimentos formulados con ingredientes de proximidad, “que son clásicos en el mercado europeo, donde la fórmula del producto final es a base de ingredientes de sectores cercanos, para reducir el impacto ambiental que genera el traslado de materias primas en la confección de alimentos”, detalla. Por su parte, Solange Brevis, presidenta del Colegio de Ingenieros Alimentos, detalla que un alimento sostenible “es aquel que, a lo largo de todo su ciclo de vida, tiene un impacto ambiental reducido y está alineado con prácticas que promueven la preservación de los recursos naturales, la salud humana y el bienestar social”. Para la profesional, “esto también implica adoptar métodos de producción que regeneren los suelos, respeten la biodiversidad y minimicen el desperdicio alimentario”. ¿ES SOSTENIBLE LA INDUSTRIA MODERNA?Si bien existe claridad respecto de las características de un alimento “verdaderamente sostenible”, no parece existir la misma certeza al momento de establecer si los fabricantes están capacitados para cumplir estos parámetros. O, al menos, para avanzar hacia dicho objetivo. Al respecto, el Dr. Pizarro considera que, en términos generales, “la industria alimentaria moderna aún no produce alimentos completamente sostenibles”. Si bien reconoce que hay grandes avances en algunas áreas, como las tecnologías para reducir el uso de pesticidas y mejorar la eficiencia hídrica, “muchas prácticas siguen siendo intensivas en recursos naturales y generadoras de residuos y emisiones”. Por ende, enfatiza “que las cadenas de suministro y logística globales, también pueden ser ineficientes y dependientes de combustibles fósiles”. No obstante, en su opinión existe un creciente movimiento hacia prácticas más sostenibles, impulsado simultáneamente por la demanda de consumidores conscientes y regulaciones ambientales más estrictas. Esto se expresa, por ejemplo, en sellos y certificaciones de agricultura y ganadería orgánica, y en pesca sostenible, entre otros casos. Diagnóstico similar entrega Matías Campos, quien asegura que la industria alimentaria moderna aún debe superar desafíos complejos antes de lograr sostenibilidad plena, aunque ya se ven ciertos avances, como innovaciones en proteínas alternativas a base de plantas, y desarrollos de carnes cultivadas y proteínas de insectos. “Estos productos consumen menos agua, emiten menos gases de efecto invernadero y requieren menos tierras que la ganadería tradicional”, enfatiza. El experto también destaca los esfuerzos para reducir el desperdicio e impacto ambiental de los procesos, impulsados por consumidores cada vez más interesados en productos con certificaciones como “orgánico”, “comercio justo” o “libre de crueldad”, entre otros. “Ello empuja a las empresas a mejorar sus estándares de sostenibilidad, aunque todavía quedan grandes desafíos, pues se siguen priorizando a gran escala la eficiencia y rentabilidad, a expensas del medio ambiente”, detalla. Solange Brevis también estima que aún existen barreras importantes pues, por ejemplo, “muchas empresas aún dependen de prácticas intensivas en recursos que aumentan la huella de carbono, como transporte de larga distancia o uso de envases plásticos no reciclables”. CAPACIDAD V/S VOLUNTADAnte estas tareas pendientes, persiste la duda respecto de si las empresas tienen capacidad y voluntad para impulsar una producción eficiente, inocua y sostenible. Al respecto, el Dr. Pizarro afirma que “existe capacidad técnica y científica”, pero que su implementación masiva aún “enfrenta barreras económicas y políticas”. En su opinión, innovaciones como agricultura de precisión, inteligencia artificial para monitorear cultivos y biotecnología, demuestran que es hoy ya es posible optimizar el uso de insumos y minimizar el impacto ambiental. “Sin embargo, la adopción generalizada de estas tecnologías requiere inversiones significativas, capacitación, y marcos regulatorios que incentiven estas prácticas. Además, la seguridad e inocuidad alimentaria, deben garantizarse mediante controles estrictos a lo largo de la cadena de valor. En Chile y otros países se están realizando avances en todas estas materias, pero se necesita mayor integración de políticas sostenibles”, asegura. Conclusión que también plantea el Dr. Rodrigo Morales Pavez, médico veterinario, magister en Ciencias Veterinarias y coordinador nacional de Ganadería de INIA, quien recuerda que “Chile ha firmado tratados internacionales para trabajar en la adaptación y mitigación al cambio climático”. Por ende, “los productores de alimentos deben incorporar prácticas sustentables, e instituciones como INIA y las universidades deben acompañar este proceso”, agrega. Más allá de estas capacidades, los expertos de INIA coinciden en que también se requiere voluntad para adaptar la producción alimentaria a criterios de sostenibilidad. Algo que para el Dr. Nicolás Pizarro va en aumento, “pero no de manera uniforme en todos los sectores y regiones”. “En Chile, por ejemplo, se han implementado políticas para gestión sostenible de recursos hídricos y promoción de prácticas agrícolas más respetuosas con el medio ambiente. En el rubro lechero, se han desarrollado acuerdos de producción limpia y protocolos de certificación y de sistemas; mientras que, en los sectores cárnico y lácteo, las prácticas regenerativas van en ascenso. No obstante, en muchos casos, los intereses económicos a corto plazo siguen siendo obstáculo para un cambio más amplio. (Por ello) La colaboración entre actores públicos, privados y comunidad científica es esencial para aumentar esta voluntad y generar transformaciones profundas”, detalla. Esfuerzo conjunto que también ofrece nuevas oportunidades para los productores que decidan trabajar en producción alimentaria sostenible. “Al respecto -afirma el Dr. Rodrigo Morales-, la industria láctea está trabajando en el desarrollo de prácticas para avanzar hacia la carbono neutralidad. Por ejemplo, Brasil desarrolló carne carbono cero, que incluye alimentación a pastoreo y planes de reforestación asociada a los sistemas productivos de carne”. Por su parte, Matías Campos, de CeTA, enfatiza que “las transformaciones globales toman tiempo, y es aquí donde las startups cobran importancia, dada su respuesta más ágil a los problemas actuales de sostenibilidad alimentaria”. Proceso que, en su opinión, además de voluntad empresarial, “requiere de nuevas regulaciones nacionales e internacionales que aceleren su implementación”. Al respecto, Solange Brevis recuerda que Chile también ha desarrollado políticas específicas que apoyan estas capacidades, como el Sistema de Incentivos para la Sustentabilidad Agroambiental de los Suelos Agropecuarios, que financia prácticas que regeneran suelos y mejoran la productividad sin comprometer el medio ambiente. “Un ejemplo es la empresa Colún, que ha adoptado prácticas de bienestar animal y manejo sostenible de suelos en su cadena de producción láctea, mejorando la eficiencia y reduciendo su impacto ambiental”, precisa. AVANCES LOCALESDe todos modos, la industria alimentaria nacional aún debe dar más pasos concretos y permanentes para implementar una producción verdaderamente sostenible. Solo así responderá a los nuevos requerimientos del consumidor, se adaptará al cambio climático, optimizará la gestión eficiente de agua y suelo, y reducirá las desigualdades en el acceso a recursos tecnológicos. El Dr. Pizarro explica que, es fundamental abordar la pérdida de biodiversidad y la dependencia de sistemas de producción intensivos en recursos fósiles, debido al cambio climático. “INIA colabora desarrollando investigaciones en prácticas agrícolas y producción animal sostenibles, promoviendo la eficiencia hídrica y el uso de variedades vegetales más resistentes. También contribuye con transferencia de tecnologías para mejorar la sostenibilidad en pequeños y medianos productores, asegurando así la adaptación del sector agroalimentario, sin olvidarse de la inocuidad”, comenta. El Dr. Morales, manifiesta a su vez, que INIA también ha desarrollado una completa estrategia para la agricultura y ganadería sostenible, con diferentes productores agropecuarios. “Por ejemplo -detalla- INIA e INDAP trabajan en el programa TAS (Transición a la Agricultura Agroecológica), que apoya a los productores a transitar este camino, incluyendo prácticas más amigables con el planeta”. Por su parte, Matías Campos comenta que CeTA está avanzando en investigación y desarrollo de nuevos procesos para la producción eficiente de alimentos, incluyendo el uso de biotecnología y fermentación de precisión, así como de biorreactores, para permitir que empresas emergentes puedan escalar soluciones sostenibles, como, por ejemplo, la producción de proteínas alternativas. Campos explica que CeTA dispone de infraestructura para pruebas piloto, que permite a las grandes empresas desarrollar nuevos alimentos simplificando procesos, evitando desperdicios y reduciendo los costos asociados a grandes pruebas industriales. “Estas pruebas piloto utilizan menos insumos y energía, haciéndolas más económicas. Además, permiten mayor flexibilidad en la innovación, con ajustes rápidos y validaciones tempranas que aumentan las posibilidades de éxito antes del escalado”, enfatiza. Ejemplos que demuestran la existencia de herramientas y recursos para que Chile pueda ser una potencia alimentaria eficiente, inocua y verdaderamente sostenible. En tal sentido, Solange Brevis recalca que nuestro país aún debe:
“Si se superan estos desafíos mediante inversiones estratégicas, una legislación más estricta y el apoyo a pequeños productores, el país podría convertirse en un referente global en sostenibilidad alimentaria”, enfatiza. GALERÍA
OTROS REPORTAJESTalón de Aquiles deLos Sistemas AlimentariosInforme de FAO determinó que estas variables negativas alcanzaron una cifra récord de USD 12 billones por año, de los que 70% deriva de malos hábitos alimenticios asociados con enfermedades no transmisibles, como obesidad, cardiopatías, accidentes cerebrovasculares y diabetes. ![]() os sistemas agroalimentarios son esenciales para la vida y salud de la población. Sin embargo, hoy también enfrentan un escenario de contingencia complejo, caracterizado por una creciente falta de eficiencia y de sostenibilidad. Esto pone en duda su capacidad para brindar nutrición adecuada, saludable, inocua, segura y respetuosa del medioambiente. Así lo demostró un reciente estudio publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, donde se estableció que los “costos ocultos” de los sistemas agroalimentarios mundiales se han incrementado exponencialmente durante las últimas décadas, marcando en 2023 una cifra récord de USD 12 billones. Este diagnóstico resulta aún más devastador, si se considera que 70 % de esta cantidad (aproximadamente USD 8,1 billones) deriva directamente de hábitos alimenticios poco saludables, que además están asociados con un preocupante aumento de enfermedades no transmisibles potencialmente invalidantes y mortales, como cardiopatías, hipertensión, accidentes cerebrovasculares y diabetes. Esto implica que, los denominados “costos ocultos tradicionales”, asociados a la degradación ambiental provocada por malas prácticas agrícolas y a desigualdades sociales en la distribución de alimentos, han sido ampliamente superados por factores directamente relacionados con exceso en la oferta de alimentos altos en nutrientes críticos (como sodio, azúcares, grasas saturadas y calorías, entre otros), así como con una carencia crónica de programas que enseñen a las personas a ingerir mayor cantidad de alimentos verdaderamente saludables como, por ejemplo, verduras, cereales y legumbres. El informe de FAO, se basa en el estudio denominado “Estado mundial de la Agricultura y Alimentación (SOFA) 2024, y proporciona un análisis en detalle con ejemplos reales, con el objetivo de exponer el conjunto total de costos y beneficios asociados a la producción, distribución y consumo de alimentos, incluyendo aquellos que no se reflejan en los precios de mercado. Al examinar las repercusiones sanitarias de estos costos ocultos, el informe de FAO identifica 13 factores de riesgo alimentario asociados, entre los que destacan la ingesta insuficiente de cereales integrales, frutas y hortalizas; consumo excesivo de sodio; y consumo elevado de carnes rojas y elaboradas. Esto no solo impacta en términos de salud y calidad de vida de las personas, sino que también tiene otros impactos asociados como tratamientos médicos; aumento de casos de incapacidad física o mortalidad, derivada de enfermedades no transmisibles; y una eventual caída de la productividad, debido al aumento de incapacidades o licencias médicas entre trabajadores afectados por estas patologías. Todo ello se agrava aún más, si se considera el efecto negativo que genera el constante consumo de alimentos ultraprocesados o altos en nutrientes críticos, que suele ser incentivado mediante campañas publicitarias que terminan amplificando los costos ocultos a lo largo del tiempo y contradiciendo los mensajes destinados a mejorar las conductas alimentarias de la población. Aspectos que, a su vez, también inciden en el aumento de la huella de carbono y en la falta de sostenibilidad de los sistemas agroalimentarios. COSTOS VARIABLESPara facilitar el análisis de los costos ocultos, el informe de FAO introdujo una nueva tipología de los sistemas agroalimentarios compuesta por seis categorías: en crisis prolongada, tradicionales, en expansión, en proceso de diversificación, en proceso de formalización e industriales. Este marco permite dilucidar de forma precisa las dificultades y oportunidades inherentes a cada sistema, de modo que puedan idearse políticas e intervenciones adaptadas específicas. A partir de este análisis se determinó que las dietas pobres en cereales integrales son el principal factor de riesgo alimentario en la mayoría de los sistemas agroalimentarios. En cambio, en los sistemas inmersos en crisis prolongadas (afectados por largos conflictos, inestabilidad e inseguridad alimentaria generalizada), así como en los de tipo tradicional (caracterizados por una productividad más baja, limitada adopción de tecnologías y cadenas de valor más cortas), la mayor preocupación es una escasa ingesta de frutas y hortalizas. Otros riesgos alimentarios importantes detectados por los expertos de FAO, son el consumo elevado de sodio (que tiende a aumentar a medida que los sistemas tradicionales evolucionan hacia sistemas en formalización); y el de carnes rojas y elaboradas (que se incrementa constantemente durante la transición desde sistemas tradicionales a industriales). Aparte de los riesgos vinculados a la alimentación, los estudios de FAO llaman la atención sobre las repercusiones ambientales de las prácticas agrícolas insostenibles, que también incrementan sustancialmente los costos ocultos. En este caso, se mencionan costos asociados con emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), escurrimiento de nitrógeno, cambios en el uso de la tierra y contaminación del agua, que son particularmente altos en países cuyos sistemas agroalimentarios están en proceso de diversificación, y donde se observa crecimiento económico acelerado acompañado de cambios en las modalidades de consumo y producción. Estos costos en total, ascienden a aproximadamente USD 720.000 millones. A su vez, los costos sociales, entre los que figuran la pobreza y la subalimentación, son más prevalentes en sistemas agroalimentarios tradicionales y afectados por crisis prolongadas. ACCIONES COLECTIVASEl informe de FAO también recalca que la reducción de costos ocultos exige una acción colectiva que involucre activamente a productores primarios, agroindustrias, gobiernos, instituciones financieras, organismos internacionales y consumidores. En tal sentido, algunas de las principales recomendaciones que entrega, son las siguientes:
REALIDAD NACIONALNuestro país no es ajeno a esta compleja realidad. De hecho, tal como explica la Doctora en antropología de la Universidad de Yale y representante en Chile de FAO, Eve Crowley (en una columna de opinión publicada recientemente a través de las redes informativas de dicha organización), en Chile los "costos ocultos" de los sistemas agroalimentarios ascienden a más de USD 22.000 millones anuales, lo que representa más del 7% del PIB nacional. A su vez, 64% de estos costos está asociado a enfermedades no transmisibles, cuyos principales factores de riesgo son el bajo consumo de cereales integrales, frutas y verduras; y el consumo elevado de sodio. Si bien la Dra. Crowley menciona en su columna, que el informe de FAO destaca a Chile como país líder de políticas públicas que refuerzan entornos alimentarios saludables, mediante iniciativas como la Ley de Etiquetado y Publicidad de los Alimentos, las Guías Alimentarias para la población, la Estrategia Nacional de Soberanía para la Seguridad Alimentaria, y la Estrategia para Detener la Aceleración del Sobrepeso y Obesidad en la Niñez y Adolescencia, los desafíos planteados por los altísimos costos ocultos en nuestro país aún persisten, “lo que demanda esfuerzos aún más potentes para brindar mayor seguridad alimentaria a toda la población”. “El panorama nutricional evidencia la necesidad imperiosa de diseñar e implementar más y mejores políticas que fomenten el acceso a dietas saludables y sostenibles, contribuyendo a garantizar el goce del derecho humano a la alimentación adecuada”, enfatiza la representante de FAO. En su opinión, “ignorar los costos sanitarios y ambientales para la toma de decisiones de políticas transformadoras con visión de sistemas agroalimentarios y estrategias específicas para cada contexto territorial, podría tener consecuencias devastadoras para el futuro del planeta y la sociedad”. Por ello, también recalca la necesidad de seguir innovando en investigación, recopilación de datos y desarrollo de capacidades para entender mejor dichos costos. En tal sentido, la Dra. Crowley considera que cada vez es más clave conocer y mejorar las prácticas productivas, así como analizar periódicamente el consumo nacional de alimentos y los precios de los alimentos saludables y no saludables, entre otros factores. “Esta información ayudará a avanzar en políticas y leyes que permitan fortalecer el sistema agroalimentario nacional, contribuyendo a mejorar los hábitos alimentarios de la población, mediante la creación de entornos alimentarios más saludables, al mismo tiempo que se reducen los impactos ambientales”, asegura. En su opinión, para lograr cambios positivos y reducir los costos ocultos, es esencial transformar e institucionalizar la gobernanza de los sistemas agroalimentarios, para garantizar su sostenibilidad y responsabilidad a largo plazo, así como también lograr el compromiso de todos los actores de la cadena alimentaria, incluyendo a industria, consumidores, sociedad civil, gobiernos nacionales y locales, porque “el cambio no es opcional, sino imprescindible y urgente”. GALERÍA
OTROS REPORTAJESAcción EsencialPara Reforzar la SaludEste proceso es uno de los más aceptados, probados y eficientes para abordar la deficiente ingesta de micronutrientes que se vive en el mundo, por la falta de información y las dificultades para acceder a una dieta saludable, rica en vitaminas y minerales. ![]() no de los requisitos básicos para cuidar nuestra calidad de vida, es mantener una dieta equilibrada y nutritiva. Esto implica ingerir a diario, alimentos que aporten la cantidad precisa de nutrientes y de energía que nuestro cuerpo necesita, para mantenerse integralmente sano. En otras palabras, y recurriendo a una analogía mecánica, el cuerpo es como un automóvil que necesita repuestos, cuidados y cantidades adecuadas de combustible, para desplazarse de manera sostenida y segura. Si bien la mayoría de los “repuestos” y del “combustible” que precisa nuestro cuerpo, provienen de los llamados “macronutrientes” (tales como carbohidratos, grasas y proteínas), las diversas funciones y procesos orgánicos que se realizan a diario, también requieren el aporte de otros componentes igualmente vitales para la salud y supervivencia, llamados “micronutrientes”. Según explica Macarena Ortiz, PhD en Nutrición y Dietética de la Universidad de Chile y Líder Regional de Nutrición y Salud de Granotec, los micronutrientes (también conocidos como vitaminas y minerales), “son un tipo especial de nutrientes esenciales que el cuerpo necesita en cantidades muy pequeñas, y solo pueden obtenerse a través de una alimentación equilibrada y saludable”. La importancia de estos micronutrientes, tal como indica la experta, radica en que son vitales para la síntesis de enzimas, hormonas y otras sustancias necesarias para el crecimiento, desarrollo y correcto funcionamiento del organismo. Por ello, “su impacto en la salud es crítico, ya que la deficiencia de cualquiera de estos puede generar enfermedades graves e incluso mortales; siendo los países de bajos y medios ingresos, los más propensos a enfrentar estas deficiencias”, asegura. Sin embargo, Macarena Ortiz también enfatiza que la mayoría de estas carencias en la ingesta de micronutrientes “pueden prevenirse mediante una adecuada educación nutricional, una dieta balanceada y, cuando se requiera, a través de la fortificación de alimentos y bebidas”. EL PELIGROSO DÉFICIT NUTRICIONALA pesar de que esta certeza es ampliamente conocida entre la comunidad médica y científica, el mundo aún enfrenta un complejo escenario de bajo aporte de micronutrientes, derivado principalmente de las altas tasas de déficit nutricional que hoy vive gran parte de la población. De hecho, un informe publicado en 2023 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), establece que más de 757 millones de personas (cifra equivalente a 9,4% de la población mundial), padecen hambre en todo el mundo. Dicho diagnóstico, según explica Macarena Ortiz, también está estrechamente relacionado con la deficiencia de micronutrientes, “pues estos se obtienen principalmente a través de una dieta balanceada”. Esto ha derivado en que las deficiencias de micronutrientes se encuentran actualmente entre las formas más comunes de malnutrición a nivel mundial, “déficit que está dado principalmente por una ingesta inadecuada de nutrientes esenciales como hierro, zinc, vitamina A y vitamina D, entre otros, y que se puede manifestar de diferentes formas, afectando la salud de la población”, agrega la experta de Granotec. Al respecto, Ortiz pone como ejemplo la anemia, que es resultado directo de la deficiencia de hierro y representa un grave problema de salud pública, por su impacto en niños, mujeres en edad fértil, embarazadas y nodrizas. “La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que, en el mundo, la anemia afecta a 20% de los niños de 6 a 59 meses de edad; a 37% de las embarazadas; y a 30% de las mujeres de 15 a 49 años. En Chile, no estamos libres de este problema, a pesar de que somos uno de los países de Latinoamérica con la prevalencia más baja en los diferentes grupos etarios”, explica Macarena. Otro micronutriente que también registra altos niveles de déficit es la vitamina D, que juega un rol fundamental en la mantención de la salud ósea, previniendo la aparición de raquitismo en niños; de osteomalacia en adultos; y disminuyendo el riesgo de fracturas. Macarena Ortiz comenta que, en relación con este riesgo, la Encuesta Nacional de Salud (ENS) 2016-17, indicó que 47,3% de las mujeres en edad fértil presentaba deficiencia de vitamina D; mientras que, en el caso de los adultos mayores, esta cifra ascendía a un 59,5%. A su vez, un estudio realizado en 2018 en Chile, que evaluó a más de 1.000 niños de entre 4 y 14 años de las zonas centro, sur y norte, concluyó que 80,4% de los menores presentaron algún grado de deficiencia de vitamina D. “Por lo tanto, se ha demostrado científicamente, que nuestra población más vulnerable, es decir, niños, mujeres en edad fértil y personas mayores, presentan déficit de esta vitamina, lo cual lo convierte en un problema de salud pública, debido a las repercusiones que puede tener en la salud de las personas”, enfatiza. ROL DE LA INDUSTRIAAnte este complejo escenario de deficiencia nutricional, no solo se requieren acciones gubernamentales. También es esencial que la propia industria dé pasos concretos y decisivos para implementar un profundo programa de mejora en la calidad de los alimentos. Tarea que, en opinión de Macarena Ortiz, puede enfrentarse de manera ágil, oportuna y eficiente mediante la fortificación. “La fortificación se define como la práctica de incrementar intencionalmente el contenido de un micronutriente esencial en un alimento, de manera que mejore su calidad nutricional, y en la actualidad es una de las formas más aceptadas, científicamente probadas y eficientes de abordar las deficiencias de micronutrientes a gran escala”, recalca. Al respecto, la Líder Regional de Nutrición y Salud de Granotec, precisa que hoy existen tres tipos específicos de fortificación: Masiva: Cuyo objetivo es fortificar alimentos ampliamente consumidos por la población general (como harina y sal). Específica: Dirigida a subgrupos específicos de la población, tales como, personas mayores o niños, fortificando alimentos diseñados especialmente para sus necesidades. Voluntaria o comercial: Que consiste en la adición opcional de micronutrientes a los productos, por parte de la propia industria alimentaria, para otorgarles valor nutricional adicional y diferenciarse en el mercado. Tal como indica Macarena Ortiz, el sector privado juega un papel fundamental, especialmente en la fortificación voluntaria, “ya que puede impulsar esta práctica a través de la promoción de productos fortificados, la transferencia tecnológica, y la investigación científica en colaboración con la academia; siendo crucial que las empresas comuniquen adecuadamente los beneficios de consumir alimentos fortificados, educando a los consumidores sobre su importancia”. Sin embargo, para que esta fortificación sea efectiva, también es esencial que los consumidores comprendan la relevancia del consumo adecuado de micronutrientes. “Esto requiere un esfuerzo conjunto en el fortalecimiento de la educación nutricional, creando conciencia colectiva, mediante la participación de los gobiernos, la academia, la industria y la sociedad en general”, agrega Ortiz. ESTRATEGIAS MÁS EFICIENTESAnte la necesidad de implementar acciones concretas, decididas y con efecto permanente en el largo plazo, los expertos de Granotec enfatizan que la fortificación de alimentos de consumo masivo, como harina de trigo, sal o arroz, ha demostrado ser una de las estrategias más efectivas para abordar las deficiencias de micronutrientes. Al respecto, Macarena Ortiz comenta que recientes estudios concluyeron que los alimentos fortificados con hierro pueden reducir en 34% la probabilidad de desarrollar anemia; la harina fortificada con ácido fólico puede reducir el riesgo de defectos del tubo neural en 41%; y la sal fortificada con yodo puede reducir en 74% el riesgo de bocio (crecimiento irregular de la glándula tiroides). “En este escenario, Chile cuenta con vasta trayectoria en fortificación de alimentos y bebidas, comenzando en los años 1950 con la fortificación obligatoria de la harina de trigo y, posteriormente con los Programas de Alimentación Complementaria. El Programa Nacional de Alimentación Complementaria (PNAC), está enfocado en la población materno-infantil, y el Programa de Alimentación Complementaria del Adulto Mayor (PACAM), va dirigido a las personas mayores. En ambos casos, se distribuyen gratuitamente a la población, alimentos complementarios fortificados con vitaminas y minerales”, explica Ortiz, puntualizando asimismo que, tanto en Chile, como en otros países, “la fortificación ha demostrado ser una estrategia exitosa y eficiente para combatir las deficiencias de micronutrientes, ayudando a mejorar la salud pública de los grupos más vulnerables”. DESARROLLO PRESENTE Y FUTUROEste éxito plantea, en opinión de los expertos, una adecuada base de trabajo para seguir avanzando en el desarrollo de nuevas estrategias y sistemas de fortificación alimentaria, que asegure mayor y mejor disponibilidad de micronutrientes. En tal sentido, Macarena Ortiz destaca el éxito obtenido por Granotec con la tecnología de encapsulación, “que se ha convertido en una herramienta esencial en la industria alimentaria, para mejorar la eficacia de los ingredientes activos”, asegura. La encapsulación es el proceso mediante el cual se incorpora un ingrediente (como vitaminas y/o minerales), dentro de una matriz protectora, permitiendo que el contenido se mantenga aislado, controlando así su liberación y absorción. “Esta matriz puede estar compuesta de diversos materiales, y su elección dependerá de las propiedades deseadas del producto final, incluyendo estabilidad, solubilidad, biodisponibilidad y liberación controlada, lo que resulta en una fortificación más eficiente y sin interacciones no deseadas con el alimento o bebida en que se incorpora”, indica Ortiz. En forma simultánea, Granotec también trabaja permanentemente con tecnologías destinadas a optimizar las premezclas de micronutrientes, para así brindar soluciones ajustadas a las necesidades nutricionales de la población. Uno de estos ejemplos es la incorporación de vitaminas y minerales microencapsulados en las formulaciones de la marca Granovit, “lo que garantiza mayor bioaccesibilidad de los nutrientes”, asegura la especialista. Los expertos de Granotec consideran que la fortificación de alimentos evolucionará cada vez más hacia una mayor personalización y sostenibilidad. En tal sentido, Macarena Ortiz considera que los avances e investigación en nutrición permitirán crear alimentos fortificados adaptados a las necesidades individuales o de grupos de riesgo específicos, basados en factores tales como, edad, género y condiciones de salud. “Además, la búsqueda de ingredientes más sostenibles y naturales se fortalecerá, lo que alineará la nutrición con las tendencias de sostenibilidad ambiental”, asegura. A nivel global, también confían en que se reforzarán las normativas y regulaciones sobre fortificación, a medida que se reconozca su rol trascendental en la lucha contra la malnutrición. “Para Granotec este es un desafío permanente, que nos impulsa a continuar desarrollando soluciones innovadoras que nos permitan mantenernos a la vanguardia en la industria alimentaria, garantizando productos seguros, efectivos y adaptados a las demandas del futuro”, precisa Ortiz. GALERÍA
OTROS REPORTAJESY reducir el Impacto Ambientalde la Agroindustria AlimentariaMás del 20% de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero provienen de las actividades agrícolas. Esto exige que el sector implemente urgentes medidas de mitigación, como reordenar el uso de los suelos, optimizar la eficiencia energética y eliminar fertilizantes nitrogenados. ![]() l aumento exponencial de la población mundial se traduce en una considerable presión para incrementar la producción global de alimentos y cubrir, en el plazo más breve posible, los requerimientos nutricionales diarios de más de 8 mil millones de seres humanos. Esto implica expandir, potenciar y perfeccionar los sistemas agroindustriales, tanto a nivel productivo, como logístico y comercial, para proporcionar a los consumidores mayor cantidad de alimentos y bebidas inocuos y saludables. Sin embargo, se trata de un desafío gigantesco, no solo porque en 2050 la Tierra tendrá cerca de 10 mil millones de habitantes (según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas), sino también porque en el mismo período sufrirá cada vez más los crecientes rigores de un cambio climático acelerado por la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI), situación que amenaza con alterar dramáticamente el balance de todos los ecosistemas productivos. En otras palabras, nos enfrentamos al reto de multiplicar la producción alimentaria global, sin alterar de paso la “salud del planeta”, lo cual exige implementar estrategias más eficientes de sostenibilidad y circularidad a lo largo de toda la cadena productiva agroindustrial. Objetivo que resulta aún más complejo, si se considera que hoy la agricultura es uno de los sectores de la economía que más contribuye a la emisión de GEI, por lo que sus actores deben hacer esfuerzos enormes para ser más eficientes y, al mismo tiempo, reducir su enorme huella de carbono. ESCENARIO AMENAZANTESegún estudios de FAO, la agricultura no solo es uno de los sectores que más contribuye a las emisiones de GEI a nivel mundial, sino también uno de los más difíciles de descarbonizar. De hecho, según estadísticas de la Universidad de Oxford, Inglaterra, de los 50.000 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2), gas metano, óxido nitroso y otros gases contaminantes que las actividades humanas generan cada año, cerca de 6.000 millones proceden directamente de la agricultura. A esto se suma el hecho de que esas emisiones son extremadamente difíciles de controlar, debido a que su origen no es tan evidente como el de otras actividades humanas. Al respecto, la misma investigación de la Universidad de Oxford detalla que las principales fuentes directas de emisión de GEI agrícolas, son las siguientes: • Metano, generado mayoritariamente por digestión de ganado, formación de estiércol y descomposición de abono. • Dióxido de carbono, proveniente de materia orgánica desechada a lo largo de toda la cadena logístico-productiva agraria, y del consumo de energía eléctrica y combustibles fósiles. • Óxido nitroso, resultante de la aplicación excesiva de fertilizantes químicos en los suelos de cultivo. A estos agentes contaminantes se suman diversas emisiones indirectas provenientes de acciones relacionadas con mal manejo de suelos como, por ejemplo, labranza excesiva y reiterada de la tierra, y eliminación indiscriminada de la cubierta vegetal nativa presente en los campos destinados al cultivo. Todas estas acciones que parecen tan sencillas y cotidianas, exponen el carbono almacenado en los suelos, y contribuyen a su degradación y liberación descontrolada hacia la atmósfera. Frente a este amenazante escenario, los expertos coinciden en que los actuales sistemas agroalimentarios ya no pueden mantener este ritmo de generación de GEI, y que se debe buscar urgentemente la manera más adecuada de aumentar la producción sin seguir alterando el equilibrio de los ecosistemas. La clave radica, entonces, en implementar de manera urgente y sostenida, nuevas estrategias de descarbonización, que ayuden a la agricultura en general, a alcanzar este objetivo de manera realmente sostenible, antes de que sea demasiado tarde. Al respecto, Belén Iacono, ingeniera agrónoma y directora de Sustentabilidad y Agronomía para América Latina de Yara, empresa especializada en nutrición sostenible de cultivos, comenta que hoy la agroindustria es responsable de aproximadamente 20% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, y que “un componente significativo de estas emisiones proviene del uso de fertilizantes nitrogenados, los cuales representan alrededor de 11% del total de emisiones agrícolas”. “Este impacto -indica la especialista- se debe tanto a su producción, como a su aplicación en los campos, lo que subraya la necesidad de implementar soluciones innovadoras en fertilización, para así mejorar la sostenibilidad del sector”. Si bien este diagnóstico es complejo, y a la vez muy preocupante, dado que la agricultura moderna basa su productividad en la aplicación de fertilizantes que efectivamente incrementan la emisión de GEI, la ejecutiva de Yara enfatiza que “es posible mitigar el impacto ambiental de la agricultura en este segmento específico, mediante la aplicación de tecnologías avanzadas y una gestión más eficiente de recursos”. “Todas estas estrategias -asegura Belén Iacono-, combinadas con mayores esfuerzos de descarbonización en la industria, pueden reducir significativamente la huella de carbono de los productos agropecuarios, permitiendo un balance más sostenible entre productividad y cuidado del medioambiente”. PASOS CONCRETOSAnte la urgente necesidad de implementar acciones efectivas y concretas, sin perder más tiempo, Belén Iacono enfatiza que el primer paso de toda estrategia orientada al logro de este objetivo, radica en mejorar la eficiencia en el uso de nutrientes, especialmente del nitrógeno. “Esto implica maximizar la conversión del nitrógeno aplicado en biomasa, lo que permitiría lograr beneficios económicos y ambientales”, asegura. La ejecutiva de Yara Américas también enfatiza que es necesario optimizar la implementación de buenas prácticas de fertilización, mediante una estrategia que se ciña de manera precisa a las denominadas “4C”:
“Todo ello es fundamental para reducir las emisiones y optimizar el impacto positivo en los sistemas agrícolas”, enfatiza, de este modo, sería posible avanzar significativamente hacia una descarbonización efectiva, que impulse la producción de nuevos alimentos seguros, saludables, inocuos y nutritivos, sin impactar negativamente en el ecosistema. En tal sentido, Belén Iacono recalca que los especialistas de Yara trabajan activamente para liderar la descarbonización de la agroindustria, “desarrollando fertilizantes basados en nitratos y tecnologías avanzadas de fósforo, que ofrecen mayor eficiencia en el uso de nutrientes, en comparación con las opciones convencionales”. La ejecutiva destaca, asimismo, que desde 2004, la compañía ha aplicado tecnologías para reducir emisiones en sus plantas de producción, “lo que nos ha permitido ofrecer fertilizantes con hasta 60% menos de huella de carbono”. “Además -añade-, estos productos cuentan con certificaciones verificables, permitiendo a los agricultores contabilizarlos en sus inventarios de GEI como una medida concreta de mitigación”. Desde el punto de vista comercial esto también brinda a los agricultores una gran ventaja, pues hoy las grandes empresas de alimentos prefieren recurrir a proveedores capaces de certificar de manera efectiva la reducción de sus respectivas huellas de carbono y que garanticen la sostenibilidad de sus cultivos. Tal como indica Belén Iacono, este trabajo se potenciará aún más en el corto plazo, pues Yara actualmente es socio estratégico en Latinoamérica para la descarbonización de la cadena alimentaria. "Por ello -señala-, a partir del próximo año, lanzaremos nuestra línea de fertilizantes Yara Climate Choice, producidos con energías renovables y tecnología de captura y almacenamiento de carbono. Esta innovación permitirá reducir aún más la huella de carbono de nuestros productos, ofreciendo a los agricultores una solución simple, pero de alto impacto, para reducir sus emisiones”. ACCIONES URGENTESJunto con la optimización de los fertilizantes, lo expertos ambientales también proponen otras medidas simultáneas para reducir la emisión de GEI en el sector agroindustrial. Estas son la reutilización de los residuos orgánicos, la descarbonización de la energía utilizada en tareas de riego, administración de granjas o uso de maquinaria pesada, y la plantación de cultivos que cubran por completo el suelo, y ayuden a fijar carbono y nitrógeno en la tierra (agricultura regenerativa). De acuerdo con estos principios generales, la Agencia Europea de Medioambiente publicó recientemente un estudio donde recomienda implementar las siguientes medidas que contribuyen a acelerar la descarbonización del agro:
Algunas de estas acciones ya se encuentran en marcha. Sin embargo, otras aún requieren generar más conciencia, tanto en las empresas, como entre agricultores y autoridades. Solo de este modo se puede generar un esfuerzo común que, efectivamente, permita producir más alimentos seguros e inocuos, que ayuden a sanar a las personas y también al planeta. GALERÍA
OTROS REPORTAJESAlternativa viable para mitigarEfectos del Cambio ClimáticoMediante procesos de mejoramiento genético no transgénico de última generación, hoy es posible desarrollar especies de cultivo más resistentes a ambientes y fenómenos atmosféricos adversos, tales como tormentas, heladas y sequías extremas. ![]() l cambio climático, con sus fenómenos atmosféricos extremos cada vez más comunes y violentos, que incluyen desde intensas precipitaciones, tormentas y heladas (incluso en épocas inusuales), hasta megasequías y olas de calor, es una realidad absolutamente presente e innegable. Este complejo escenario genera un número creciente de emergencias agrícolas, tanto en Chile como en el resto del mundo, que provocan severos daños a la economía de los países y al patrimonio de grandes y pequeños agricultores. Sin embargo, es una amenaza que también ha impulsado la búsqueda de estrategias de cultivo innovadoras, que permitan enfrentar de mejor forma, e incluso mitigar, las consecuencias de corto y mediano plazo de las contingencias climáticas. Una de estas opciones consiste en implementar soluciones de mejoramiento genético avanzado, que ayuden a impulsar una mejor adaptación de las distintas especies agrícolas (como maíz, cereales y frutales, entre otras) a escenarios de crisis hídrica o tormentas extremas, que hoy son cada vez más comunes. OBJETIVO COMPLEJO Y DESAFIANTESi bien el mejoramiento genético es un camino que cuenta con cierto desarrollo previo, hasta la fecha las opciones disponibles no son precisamente ágiles, pues implican intervenciones que fácilmente pueden tardar más de una década antes de alcanzar objetivos exitosos. Sin embargo, las nuevas generaciones de emprendedores alimentarios biotecnológicos, no solo están dispuestos a recorrer este desafiante camino, sino que ya han conseguido importantes avances en materia de adaptabilidad y mejoramiento biogenético acelerado de especies, lo que constituye un paso trascendental para impulsar el desarrollo de una agricultura mejor preparada para enfrentar el actual escenario de contingencia climática y, al mismo tiempo, ser más eficiente desde el punto de vista de la sostenibilidad. Uno de estos casos de éxito corresponde a la startup chilena Neocrop Technologies, especializada en soluciones de edición genética no transgénica, cuyo fundador y COO, Daniel Norero, confía en que, en el mediano plazo, podrán ofrecer soluciones operativas y funcionales que ayuden a alcanzar plenamente estos objetivos. La clave del éxito alcanzado por Neocrop Technologies en este campo, radica en que sus soluciones son exponencialmente más ágiles y eficientes desde el punto de vista de los plazos de implementación y desarrollo. Para entender este punto, es importante recordar que las técnicas de mejoramiento genético más ampliamente utilizadas en la actualidad, son el cruce y la selección manual y visual, que se aplican de acuerdo con el desempeño de las plantas en el campo, o de la característica que se busca mejorar. “Se trata de procesos de mejoramiento que, en el caso de cultivos anuales, como trigo y avena, demoran entre 10-12 años, porque se requieren sucesivos ciclos para homogeneizar y estabilizar la genética y el rasgo buscado, tiempos que son aún mayores en árboles frutales”, explica Norero. Otra técnica ampliamente utilizada en la actualidad, es la mutagénesis al azar, donde se genera diversidad genética mediante la aplicación de agentes físicos o químicos, para luego seleccionar las mejores especies. “Así se generaron, gran parte de los alimentos que consumimos en la actualidad, como, por ejemplo, las distintas variedades de arroz, y el popular pomelo rojo”, añade Norero. Pese a que todas son técnicas conocidas y extensamente probadas, no constituyen precisamente la mejor opción para enfrentar los actuales escenarios de impacto climático. Sin embargo, y tal como explica la doctora en ciencias de la agricultura Francisca Castillo, CEO y directora de Investigación de Neocrop, hoy, gracias a los avances en genómica y secuenciación masiva, es posible hacer un mejoramiento de especies mucho más preciso y dirigido, “acelerando este proceso y logrando avances significativos y nunca antes vistos”. La Dra. Castillo cita dos ejemplos concretos de aplicación de estas nuevas tecnologías: el desarrollo de marcadores moleculares que asisten el mejoramiento tradicional, y la edición genómica. Esta última se conoce también como “tijera genética”, y fue desarrollada por las científicas Emmanuelle Charpentier y Jennifer A. Doudna, quienes precisamente ganaron en 2020 el premio Nobel de química por su descubrimiento. “La edición genómica -indica la Dra. Castillo- permite hacer cambios muy precisos en el ADN de un organismo, sin que el producto final tenga inserción de genes foráneos o de otras especies. Es decir, no es transgénico. Ello permite potenciar una característica específica del producto o alimento, que puede ser, por ejemplo, nutricional, de resistencia a alguna enfermedad, o de tolerancia a un estrés climático, como la sequía”. De este modo, es posible desarrollar una amplia variedad de cultivos mejorados genéticamente, sin tener que avanzar de manera azarosa o dependiendo del método de ensayo y error. Por el contrario, Daniel Norero enfatiza que es posible lograr resultados mucho más dirigidos y en menor tiempo, aportando de esta manera, una herramienta efectiva para producir alimentos en forma más segura, inocua, eficiente y sostenible. AVANCES MÁS RECIENTESAunque los desarrollos disruptivos en materia de edición genómica aún no han alcanzado un impacto masivo en la agroindustria, ya existen algunos casos exitosos que han llegado al mercado o están fase comercial, y que permiten trazar un futuro auspicioso para esta tecnología. Al respecto, Daniel Norero, comenta que algunos de los ejemplos más relevantes son los siguientes: 1) Desarrollo de tomates altos en GABA (compuesto protector contra la hipertensión). 2) Producción de aceite de soya alto en ácidos grasos saludables. 3) Generación de hojas de mostaza más nutritivas y con mejor sabor (menos picantes). “También existen otros ejemplos que se encuentran en fases experimentales avanzadas, y en etapas pre-comerciales, correspondientes a diversas empresas y startups internacionales, que están trabajando en fases de I+D y en ensayos de campo”, agrega Norero. La edición genómica para mejoramiento de cultivos también se encuentra en fases preliminares en nuestro país, aunque ya existen destacados ejemplos de iniciativas en pleno desarrollo, que abarcan desde universidades, hasta centros de investigación e iniciativas privadas. Uno de estos ejemplos corresponde precisamente a Neocrop Technologies, startup fundada para modernizar el mejoramiento genético vegetal en tiempo récord, y cuyo trabajo ha tenido gran éxito reduciendo los desarrollos de nuevas variedades, a solo un tercio del tiempo tradicional. “Esto lo realizamos a través de la plataforma Neotrait Engine®️, que combina edición genética, un software de descubrimiento y predicción de genes candidatos (Neomics Miner®️), y aceleramiento de cosechas mediante speed-breeding”, destaca Daniel Norero. Gracias a esta tecnología, Neocrop impulsa actualmente, mediante un modelo de asociación con empresas semilleras, diversos procesos de desarrollo de cultivos tolerantes a sequías, resistentes a enfermedades y con mejor nutrición, que se encuentran en fase de I+D. “También ofrecemos un servicio (Phyto Markers®️) para aceleramiento de programas de breeding tradicional, a través del descubrimiento y aplicación de biomarcadores moleculares y de speed-breeding, con programas en el rubro semillero, forestal y frutícola”, detalla el COO de la compañía. Gracias a este esfuerzo innovador, Neocrop cuenta hoy con clientes y asociados en Chile y Argentina, lo que le ha permitido comenzar la fase de escalamiento en el Cono Sur. Para sustentar este crecimiento, la empresa está trabajando también en el desarrollo de trigo alto en fibra (10 veces más que el trigo convencional), de trigo tolerante a sequía, de avena alta en beta glucano, y de lupino resistente a antracnosis. MITIGAR EL CAMBIO CLIMÁTICOTodos estos avances se traducen en la opción concreta de utilizar la edición genómica para desarrollar nuevas especies que se adapten de manera precisa a los efectos del cambio climático. De hecho, Daniel Norero, comenta que esta posibilidad es absolutamente factible, pues “en Neocrop y otras empresas en el mundo, ya estamos trabajando en este sentido”. El experto cita como ejemplo la capacidad de la genómica de última generación para definir distintos procesos fisiológicos importantes para la respuesta de las plantas al estrés hídrico; así como para identificar y vincular los genes clave involucrados en estos procesos, con el fin de diseñar estrategias de mejoramiento basadas en edición genética, que potencien estas respuestas y permitan conseguir plantas más tolerantes a la sequía. Al respecto la Dra. Francisca Castillo recuerda que “si bien el desarrollo de cultivos con adaptaciones a desafíos climáticos, como sequía y salinidad, tiene sus complejidades, pues depende de varios genes, ya existen proyectos de vanguardia a nivel global que están generando plantas con mayor captación de carbono atmosférico, mayor resiliencia bajo escasez hídrica, y mayor tolerancia a suelos limitantes”. Con el objetivo de consolidar este trabajo, los ejecutivos de Neocrop aseguran que en 2025 llevarán a cabo una ronda semilla de inversión, para la cual ya están conversando con fondos interesados. “Nuestro actual inversionista, Südlich Capital, también se sumará con un follow-on (ronda de inversión que sigue a otra ya realizada), para volver a invertir en esta nueva etapa”, agrega Daniel Norero. Dentro de los objetivos trazados para esta nueva etapa se incluye la consolidación de proyectos en cultivos anuales importantes en el Cono Sur; el avance de proyectos en frutales (donde ya cuentan con una gran empresa asociada); la aplicación de nuevas patentes; y la búsqueda de nuevos clientes y socios estratégicos en Las Américas. GALERÍA
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