La necesidad de incrementar la producción, sin generar mayor impacto negativo en el medioambiente, ha permitido que estos relevantes actores de la naturaleza adquieran roles cada vez más protagónicos en la constante lucha de la agroindustria por ser más eficiente, saludable y sostenible. ![]() a población mundial y sus necesidades de alimentación crecen exponencialmente. De hecho, según estadísticas de ONU, en 2050 la industria agropecuaria deberá abastecer a 10 mil millones de habitantes. La complejidad de este escenario se basa en que, en términos prácticos, significa incrementar en más de 70% su producción actual. Sin embargo, esto no solo implica disponer de más alimentos, sino también optimizar significativamente su calidad nutricional. Objetivo que, a juicio de analistas y científicos, no puede alcanzarse solo con los métodos tradicionales de producción lineal utilizados en la mayor parte de las empresas, porque no son eficientes ni sustentables. De hecho, la agroindustria tradicional es responsable de más de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero, por lo que es absolutamente indispensable reinventar procesos y, al mismo tiempo, desarrollar nuevas fuentes de alimentación que permitan satisfacer las necesidades nutritivas de la población, sin generar más impacto negativo en los ecosistemas. Esta búsqueda de la combinación perfecta entre eficiencia, salud y sustentabilidad, ha permitido que tanto el sector privado, como la academia, fijen su atención en recursos que ya forman parte de la alimentación humana, pero que solo hoy vuelven a adquirir un rol cada vez más protagónico en la dieta cotidiana, por su alto potencial nutritivo: algas y microalgas. MACROALGAS: MILENARIAS Y SALUDABLES Desde hace miles de años, las algas han sido pilares alimentarios de las civilizaciones orientales. Pero hoy su consumo gana cada vez más popularidad en la sociedad occidental, especialmente entre las nuevas generaciones, gracias a sus múltiples beneficios nutricionales. Además, su producción tiene menor impacto ambiental, comparada con la agricultura y ganadería tradicionales. Algas marinas como Nori, Wakame y Kombu, entre otras, son excelentes fuentes de minerales esenciales, como yodo, hierro, calcio y magnesio, además de proporcionar varias vitaminas del complejo B. También son excelente fuente de proteínas (dependiendo de la especie), y contienen aminoácidos esenciales para el organismo. Asimismo, son bajas en calorías, ayudan a controlar los niveles de triglicéridos y de azúcar en sangre, y su alto contenido de fibra optimiza la salud gastrointestinal y brinda más sensación de saciedad, lo que las convierte en excelente opción para mantener dietas nutritivas, equilibradas y saludables. Todas estas propiedades las hacen idóneas para su aplicación en diversos ámbitos de la industria alimentaria, no solo como platos o preparaciones específicos, sino también en forma de ingredientes, matrices alimentarias y aditivos, entre otras diversas opciones hoy disponibles en el mercado internacional, incluyendo Chile Al respecto, Juan Francisco Aldunce, Director Comercial y cofundador de Seaweedplace destaca que todas estas propiedades pueden encontrarse también en una de las algas más populares de la tradición culinaria de Chile, el Cochayuyo (Durvillaea antárctica), que contiene alto porcentaje de fibra insoluble, lo que ayuda al tránsito intestinal, y además tiene valor probiótico. “Estas propiedades fortalecen nuestros sistemas digestivo e inmunológico”, enfatiza. “Además -agrega el ejecutivo-, el cochayuyo contiene ácido algínico que también fortalece el sistema inmune y actúa directamente para reducir la cantidad de azúcar en sangre. Asimismo brinda antioxidantes y florotaninos, lo que en conjunto se traduce, por ejemplo, en excelentes propiedades anticancerígenas”. Para que todos estos beneficios sean acordes con las necesidades de las personas y el planeta, Aldunce recalca que es muy importante tener un manejo sustentable del recurso, lo que implica explotar de manera racional las praderas. “Si lo extraemos en forma indiscriminada o con técnicas inapropiadas, se pueden provocar impactos dañinos, como sucedió hace unos años en la región del Maule”, indica. Si bien estas propiedades son innegables y han sido demostradas fehacientemente por diversos estudios científicos, el consumo de algas en nuestro país no ha registrado un crecimiento importante en el último tiempo, fundamentalmente por un tema de percepción cultural y porque, además, “no se cosecha, procesa, ni conserva de manera apropiada”, destaca Juan Francisco Aldunce. “El consumidor chileno aún es reacio a consumir algas en forma natural, porque quienes las venden, incluyendo feriantes y retailers, no le permiten apreciar su sabor real. Por ejemplo, las personas están acostumbradas a ver un cochayuyo de color café y con un sabor muy fuerte, pero eso es como ir al supermercado y comprar un pollo descompuesto”, enfatiza Aldunce. “El auténtico cochayuyo -agrega- debe procesarse de manera muy cuidadosa, para que conserve sus propiedades organolépticas, y eso es lo que hoy estamos reforzando en Seaweedplace, mediante educación, distribución de nuestros productos, y también apoyando a Pymes y emprendedores que deseen participar de este atractivo esfuerzo”. En este sentido, Aldunce destaca que hoy son socios de la startup Micoseaweed Tech, creada por científicas del Centro de Biotecnología y Bioingeniería (CEBIB) de la Universidad de Chile, y que desarrolla una atractiva gama de alimentos que combinan las fuentes proteicas presentes en los hongos, con los atributos nutritivos de las algas marinas. “Son productos muy nutritivos y organolépticamente atractivos, por lo que en conjunto estamos analizando todas las alternativas existentes, para ir escalando posicionamiento y hacerlos más accesibles”, explica. El CEO de Seaweedplace también hace un llamado a las startups que deseen ingresar, o estén dando sus primeros pasos en este mercado, para que se acerquen y compartan sus experiencias, “de modo que podamos explorar los distintos caminos de asociatividad posibles, y contribuir mejor al posicionamiento de las algas como un producto competitivo y sustentable para la industria alimentaria chilena”. MICROALGAS: LA SIGUIENTE REVOLUCIÓN Otras fuentes nutritivas llamadas a tener máximo protagonismo en la alimentación del futuro, según los expertos internacionales, son las microalgas. Estos organismos se forman generalmente a partir de una sola célula, o bien, a partir de un pequeño número de células que se juntan en una estructura muy simple, pero que puede crecer y multiplicarse rápidamente en una biomasa grande y rica en nutrientes. Algunas de las microalgas más conocidas son Chlorella y Spirulina. Ambas son comestibles y además están asociadas a múltiples beneficios para la salud. Chlorella es nativa de Taiwán y Japón, y es muy conocida por su alto contenido de proteínas y nutrientes; mientras que Spirulina se encuentra mayoritariamente en África y Asia, y se utiliza por lo general en batidos o como suplemento. Sin embargo, no son las únicas especies comestibles presentes en la naturaleza. De hecho, las microalgas son los organismos vivos más antiguos del planeta, y los científicos ya han identificado más de cincuenta mil tipos diferentes (muchas de ellas potencialmente comestibles). Además, pueden crecer en ambientes muy diversos, y tolerar amplia gama de temperaturas y condiciones, incluyendo las más extremas (frío, calor, humedad y aridez). Esto permite que su cultivo a gran escala sea factible en diversos entornos, incluyendo agua dulce, salada e, incluso, contaminada (como la que proviene de algunas operaciones industriales y redes domiciliarias). Esto se traduce, incluso, en la factibilidad de utilizar el cultivo de microalgas como fuente para producción de biomasa nutritiva y, al mismo tiempo, purificar aguas servidas. Curiosamente, recurrir a microalgas como fuente de alimento no es novedad para la sociedad occidental. En América, algunas de las más importantes culturas prehispánicas, como los aztecas, utilizaron microalgas del género Spirulina, como fuente de alimento y proteínas, produciéndolas mediante técnicas básicas de cultivo. Estas prácticas fueron recientemente reafirmadas por un equipo de investigadores de la Universidad de California San Diego (UCSD), que descubrió que las microalgas que se encuentran en ambientes acuáticos, pueden ser una extraordinaria fuente de alimento para toda la humanidad, por su alto contenido proteico y nutricional. Los expertos expusieron sus conclusiones en un artículo publicado en la revista Frontiers in Nutrition, donde destacaron que la humanidad hoy necesita, más que nunca, reformular por completo sus procesos productivos alimentarios. Al respecto, el profesor Stephen Mayfield, profesor de biología de la UCSD y director del Centro de Biotecnología de Algas de California, afirma en la publicación que en el actual escenario de cambio climático, deforestación y crecimiento poblacional, “el mundo simplemente tiene que volverse más eficiente en la producción de proteínas (…), y la única forma de evitar un futuro realmente sombrío es comenzar la transición ahora hacia un entorno más sostenible, y las algas, como alimento, son una de esas transiciones que debemos hacer”. Punto de vista que también comparte la investigadora chilena Paula Medina Henríquez, CEO y Directora Científica de MetroCiencia, doctora en Ciencias del Mar, y actualmente cursando su posdoctorado en el Instituto Ciencias del Mar (ICM - CSIC) de Barcelona. En su opinión, “las microalgas están llamadas a desempeñar un papel fundamental en la lucha contra la escasez de recursos alimentarios que hoy enfrenta la población mundial, pues crecen en tres dimensiones en un volumen de agua, por lo que su rendimiento productivo es mayor que el de un vegetal común. Además, contienen un enorme potencial para crear biomasa de alto nivel nutritivo”. La doctora Medina también destaca que la eventual producción de microalgas a escala industrial se enmarca en los principios de la economía circular. “Por ejemplo -detalla-, podríamos cultivar microalgas utilizando las aguas residuales contaminadas de una planta láctea, y a partir de ese proceso obtendríamos dos productos igualmente positivos: biomasa de alto valor nutricional y aguas descontaminadas que podrían utilizarse para regar áreas verdes, o predios agrícolas ubicados en zonas áridas y desérticas, como el norte de Chile”. Uno de los puntos más destacados de las microalgas radica en que son ricas tanto en proteínas como en compuestos bioactivos y, por lo tanto, representan una fuente extremadamente importante de nutrición que se pueden añadir a muchos alimentos. De hecho, los investigadores de la UCSD recalcan que solo las microalgas Chlorella y Spirulina, por ejemplo, contienen entre 50 y 70% de proteína por peso seco, incluyendo los nueve aminoácidos esenciales. También son ricas en vitaminas A, B, C y B12, yodo, fibra y grasas saludables, incluidos los ácidos grasos esenciales Omega-3 y Omega-6. A esto se suma que son una alternativa más sustentable que las proteínas animales, ya que requieren mucho menos tierra y agua dulce para producirlas. Cifras que para el profesor Stephen Mayfield de la UCSD, demuestran que “las microalgas podrían ser el futuro superalimento sostenible, en un mundo que cambia rápidamente". Si bien el cultivo a escala industrial de microalgas para producción de biomasa nutritiva es un proceso que aún está en fases iniciales, ya existen interesantes iniciativas en diversas partes del mundo. Por ejemplo, la empresa Allmicroalgae de Portugal, ya desarrolla matrices alimentarias a base de microalgas para producir alimentos como galletas, pan, snacks y pastas para untar. A su vez, la compañía Algaenergy, en España, fabrica desde 2009 una amplia gama de bioestimulantes agrícolas a base de microalgas, la cual comercializa en toda Europa. Al respecto, la doctora Paula Medina enfatiza que estos ejemplos a escala industrial demuestran que el potencial existe y que la evidencia científica lo respalda como proceso viable, pero que “falta la valentía para dar el paso final y atreverse a ir más allá, especialmente en países como Chile, aun cuando tenemos la capacidad y el deber de apostar por esta tecnología, pues nos ayudaría resolver muchos problemas locales, como la escasez de agua para riego, por ejemplo”. “El potencial de las microalgas está ahí -agrega- y por eso debemos ser más visionarios y cambiar nuestra mentalidad. No podemos quedarnos solo con las cosas que siempre hemos hecho de una determinada manera, sino probar nuevas tecnologías y procesos, especialmente en el caso de las microalgas, porque si la biomasa creada a partir de microalgas permite generar generar biodiésel, aceites o bioestimulantes de cultivos, también puede servir para crear matrices alimentarias que en mi opinión, representan básicamente el futuro de la agroindustria”. La evidencia científica es abundante al respecto. De hecho, recientes estudios realizados en Europa establecen que algunas de las cepas de microalgas existentes podrían reemplazar potencialmente el 25% del consumo humano de proteínas, y el 50% del consumo total de aceite vegetal. Además, como pueden cultivarse en agua dulce, salada y, a veces, en aguas residuales industriales o domiciliares (dependiendo de la especie), se trata de un alimento altamente nutritivo y cuya producción tiene mínimo impacto en el medioambiente. Por ello, los analistas internacionales ya no dudan en definirlas como “superalimentos supersostenibles”. GALERÍA
OTROS REPORTAJES
0 Comentarios
La industria moderna tiene los recursos y la capacidad para implementar sistemas de producción segura, inocua, saludable y responsable con el medioambiente. Sin embargo, dicho esfuerzo también requiere de voluntad, conciencia, apoyo de especialistas y un marco regulatorio más eficiente, para alcanzar plenamente este objetivo. ![]() l éxito de la industria alimentaria no solo se basa en su capacidad para elaborar productos seguros, inocuos y saludables, sino también en su eficiencia y eficacia para lograr que dicha producción sea armónica con el medio ambiente. Una certeza que parece cada vez más consolidada a nivel de mercado, autoridades, organismos internacionales y academia; pero que también abre diversas interrogantes conceptuales, respecto de lo que se considera “alimentos sostenibles”. Según FAO, “la alimentación sostenible es la que se basa en una producción de alimentos con impacto ambiental reducido; que respeta la biodiversidad y los ecosistemas; es culturalmente aceptable; económicamente justa y asequible; y nutricionalmente inocua y saludable”. A su vez, los expertos de BBVA (entidad que apoya prácticas agroalimentarias sostenibles en todo el mundo), plantean que un alimento es verdaderamente sostenible, cuando durante su producción “se reduce el impacto medioambiental, se cuidan los recursos naturales y se respeta la biodiversidad, contribuyendo al mismo tiempo con la seguridad alimentaria y nutricional de la población”. En otras palabras, solo pueden considerarse “auténticamente sostenibles”, los alimentos y bebidas que, a largo plazo, cuidan tanto la salud de las personas como del planeta. PRECISIONES CONCEPTUALESEn nuestro país la opiniones son similares. Por ejemplo, el Dr. Nicolás Pizarro Aránguiz, médico veterinario y experto del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), considera que un alimento sostenible “es aquel producido con prácticas que minimizan el impacto ambiental, promueven la biodiversidad y garantizan la conservación de recursos naturales, como agua y suelo”. Esto implica, usar métodos productivos que no degraden el ecosistema, reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero y utilicen energías renovables o de bajo impacto. “Además, debe asegurarse justicia social y condiciones laborales adecuadas, a lo largo de la cadena de suministro”, enfatiza. Asimismo, para el Dr. Pizarro la sostenibilidad debe incluir criterios económicos que permitan asegurar que estas prácticas se mantengan a largo plazo, sin comprometer la seguridad alimentaria ni la viabilidad económica, y “mediante procesos que no perjudiquen la inocuidad de los alimentos”. Puntos de vista con los que concuerda el profesor Matías Campos, jefe de Negocios del Centro Tecnológico para la Innovación Alimentaria (CeTA), para quien un alimento sostenible es aquel que, “además de su aporte nutricional y características organolépticas específicas, conlleva otras variables como un impacto ambiental reducido que contribuye a la seguridad alimentaria”. El profesional pone como ejemplo los alimentos formulados con ingredientes de proximidad, “que son clásicos en el mercado europeo, donde la fórmula del producto final es a base de ingredientes de sectores cercanos, para reducir el impacto ambiental que genera el traslado de materias primas en la confección de alimentos”, detalla. Por su parte, Solange Brevis, presidenta del Colegio de Ingenieros Alimentos, detalla que un alimento sostenible “es aquel que, a lo largo de todo su ciclo de vida, tiene un impacto ambiental reducido y está alineado con prácticas que promueven la preservación de los recursos naturales, la salud humana y el bienestar social”. Para la profesional, “esto también implica adoptar métodos de producción que regeneren los suelos, respeten la biodiversidad y minimicen el desperdicio alimentario”. ¿ES SOSTENIBLE LA INDUSTRIA MODERNA?Si bien existe claridad respecto de las características de un alimento “verdaderamente sostenible”, no parece existir la misma certeza al momento de establecer si los fabricantes están capacitados para cumplir estos parámetros. O, al menos, para avanzar hacia dicho objetivo. Al respecto, el Dr. Pizarro considera que, en términos generales, “la industria alimentaria moderna aún no produce alimentos completamente sostenibles”. Si bien reconoce que hay grandes avances en algunas áreas, como las tecnologías para reducir el uso de pesticidas y mejorar la eficiencia hídrica, “muchas prácticas siguen siendo intensivas en recursos naturales y generadoras de residuos y emisiones”. Por ende, enfatiza “que las cadenas de suministro y logística globales, también pueden ser ineficientes y dependientes de combustibles fósiles”. No obstante, en su opinión existe un creciente movimiento hacia prácticas más sostenibles, impulsado simultáneamente por la demanda de consumidores conscientes y regulaciones ambientales más estrictas. Esto se expresa, por ejemplo, en sellos y certificaciones de agricultura y ganadería orgánica, y en pesca sostenible, entre otros casos. Diagnóstico similar entrega Matías Campos, quien asegura que la industria alimentaria moderna aún debe superar desafíos complejos antes de lograr sostenibilidad plena, aunque ya se ven ciertos avances, como innovaciones en proteínas alternativas a base de plantas, y desarrollos de carnes cultivadas y proteínas de insectos. “Estos productos consumen menos agua, emiten menos gases de efecto invernadero y requieren menos tierras que la ganadería tradicional”, enfatiza. El experto también destaca los esfuerzos para reducir el desperdicio e impacto ambiental de los procesos, impulsados por consumidores cada vez más interesados en productos con certificaciones como “orgánico”, “comercio justo” o “libre de crueldad”, entre otros. “Ello empuja a las empresas a mejorar sus estándares de sostenibilidad, aunque todavía quedan grandes desafíos, pues se siguen priorizando a gran escala la eficiencia y rentabilidad, a expensas del medio ambiente”, detalla. Solange Brevis también estima que aún existen barreras importantes pues, por ejemplo, “muchas empresas aún dependen de prácticas intensivas en recursos que aumentan la huella de carbono, como transporte de larga distancia o uso de envases plásticos no reciclables”. CAPACIDAD V/S VOLUNTADAnte estas tareas pendientes, persiste la duda respecto de si las empresas tienen capacidad y voluntad para impulsar una producción eficiente, inocua y sostenible. Al respecto, el Dr. Pizarro afirma que “existe capacidad técnica y científica”, pero que su implementación masiva aún “enfrenta barreras económicas y políticas”. En su opinión, innovaciones como agricultura de precisión, inteligencia artificial para monitorear cultivos y biotecnología, demuestran que es hoy ya es posible optimizar el uso de insumos y minimizar el impacto ambiental. “Sin embargo, la adopción generalizada de estas tecnologías requiere inversiones significativas, capacitación, y marcos regulatorios que incentiven estas prácticas. Además, la seguridad e inocuidad alimentaria, deben garantizarse mediante controles estrictos a lo largo de la cadena de valor. En Chile y otros países se están realizando avances en todas estas materias, pero se necesita mayor integración de políticas sostenibles”, asegura. Conclusión que también plantea el Dr. Rodrigo Morales Pavez, médico veterinario, magister en Ciencias Veterinarias y coordinador nacional de Ganadería de INIA, quien recuerda que “Chile ha firmado tratados internacionales para trabajar en la adaptación y mitigación al cambio climático”. Por ende, “los productores de alimentos deben incorporar prácticas sustentables, e instituciones como INIA y las universidades deben acompañar este proceso”, agrega. Más allá de estas capacidades, los expertos de INIA coinciden en que también se requiere voluntad para adaptar la producción alimentaria a criterios de sostenibilidad. Algo que para el Dr. Nicolás Pizarro va en aumento, “pero no de manera uniforme en todos los sectores y regiones”. “En Chile, por ejemplo, se han implementado políticas para gestión sostenible de recursos hídricos y promoción de prácticas agrícolas más respetuosas con el medio ambiente. En el rubro lechero, se han desarrollado acuerdos de producción limpia y protocolos de certificación y de sistemas; mientras que, en los sectores cárnico y lácteo, las prácticas regenerativas van en ascenso. No obstante, en muchos casos, los intereses económicos a corto plazo siguen siendo obstáculo para un cambio más amplio. (Por ello) La colaboración entre actores públicos, privados y comunidad científica es esencial para aumentar esta voluntad y generar transformaciones profundas”, detalla. Esfuerzo conjunto que también ofrece nuevas oportunidades para los productores que decidan trabajar en producción alimentaria sostenible. “Al respecto -afirma el Dr. Rodrigo Morales-, la industria láctea está trabajando en el desarrollo de prácticas para avanzar hacia la carbono neutralidad. Por ejemplo, Brasil desarrolló carne carbono cero, que incluye alimentación a pastoreo y planes de reforestación asociada a los sistemas productivos de carne”. Por su parte, Matías Campos, de CeTA, enfatiza que “las transformaciones globales toman tiempo, y es aquí donde las startups cobran importancia, dada su respuesta más ágil a los problemas actuales de sostenibilidad alimentaria”. Proceso que, en su opinión, además de voluntad empresarial, “requiere de nuevas regulaciones nacionales e internacionales que aceleren su implementación”. Al respecto, Solange Brevis recuerda que Chile también ha desarrollado políticas específicas que apoyan estas capacidades, como el Sistema de Incentivos para la Sustentabilidad Agroambiental de los Suelos Agropecuarios, que financia prácticas que regeneran suelos y mejoran la productividad sin comprometer el medio ambiente. “Un ejemplo es la empresa Colún, que ha adoptado prácticas de bienestar animal y manejo sostenible de suelos en su cadena de producción láctea, mejorando la eficiencia y reduciendo su impacto ambiental”, precisa. AVANCES LOCALESDe todos modos, la industria alimentaria nacional aún debe dar más pasos concretos y permanentes para implementar una producción verdaderamente sostenible. Solo así responderá a los nuevos requerimientos del consumidor, se adaptará al cambio climático, optimizará la gestión eficiente de agua y suelo, y reducirá las desigualdades en el acceso a recursos tecnológicos. El Dr. Pizarro explica que, es fundamental abordar la pérdida de biodiversidad y la dependencia de sistemas de producción intensivos en recursos fósiles, debido al cambio climático. “INIA colabora desarrollando investigaciones en prácticas agrícolas y producción animal sostenibles, promoviendo la eficiencia hídrica y el uso de variedades vegetales más resistentes. También contribuye con transferencia de tecnologías para mejorar la sostenibilidad en pequeños y medianos productores, asegurando así la adaptación del sector agroalimentario, sin olvidarse de la inocuidad”, comenta. El Dr. Morales, manifiesta a su vez, que INIA también ha desarrollado una completa estrategia para la agricultura y ganadería sostenible, con diferentes productores agropecuarios. “Por ejemplo -detalla- INIA e INDAP trabajan en el programa TAS (Transición a la Agricultura Agroecológica), que apoya a los productores a transitar este camino, incluyendo prácticas más amigables con el planeta”. Por su parte, Matías Campos comenta que CeTA está avanzando en investigación y desarrollo de nuevos procesos para la producción eficiente de alimentos, incluyendo el uso de biotecnología y fermentación de precisión, así como de biorreactores, para permitir que empresas emergentes puedan escalar soluciones sostenibles, como, por ejemplo, la producción de proteínas alternativas. Campos explica que CeTA dispone de infraestructura para pruebas piloto, que permite a las grandes empresas desarrollar nuevos alimentos simplificando procesos, evitando desperdicios y reduciendo los costos asociados a grandes pruebas industriales. “Estas pruebas piloto utilizan menos insumos y energía, haciéndolas más económicas. Además, permiten mayor flexibilidad en la innovación, con ajustes rápidos y validaciones tempranas que aumentan las posibilidades de éxito antes del escalado”, enfatiza. Ejemplos que demuestran la existencia de herramientas y recursos para que Chile pueda ser una potencia alimentaria eficiente, inocua y verdaderamente sostenible. En tal sentido, Solange Brevis recalca que nuestro país aún debe:
“Si se superan estos desafíos mediante inversiones estratégicas, una legislación más estricta y el apoyo a pequeños productores, el país podría convertirse en un referente global en sostenibilidad alimentaria”, enfatiza. GALERÍA
OTROS REPORTAJES |
Archivos
Junio 2025
Categorías
|