Este desconocido protagonista del “ecosistema macrobiótico” puede ingerirse de forma natural, o bien, sintetizarse mediante distintos procesos que permiten incorporarlo como ingrediente de propiedades funcionales, en alimentos, bebidas y suplementos. ![]() as tendencias alimentarias que hoy caracterizan a los mercados internacionales, están directamente influenciadas por la constante búsqueda de más salud y mejor calidad de vida, por parte de los consumidores. Este fenómeno cultural, que también ha derivado en múltiples prácticas comerciales, se hizo cada vez más notorio tras el impacto psicológico que trajo consigo la pandemia de Covid-19. De hecho, fue esta emergencia sanitaria la que impulsó a millones de personas en todo el mundo a buscar y poner en práctica nuevas estrategias para reforzar su sistema inmune. Todo ello con el objetivo de prevenir o contrarrestar oportunamente, los efectos nocivos de las enfermedades en el organismo. Para lograr esta meta fue necesario modificar aspectos esenciales de la conducta y adquirir hábitos saludables permanentes. Entre estos destaca el consumo regular de alimentos que “mantengan sanas” las bacterias del intestino, también conocidas como “macrobiota” o “flora intestinal”. Dichas macrobiota precisamente juegan un papel esencial en la prevención de enfermedades, no solo en el aparato digestivo, sino también en los demás órganos y sistemas vitales del cuerpo. Fue en este contexto que comenzaron a adquirir cada vez más relevancia, a nivel comunicacional especializado y masivo, dos conceptos directamente asociados con la “buena salud de la macrobiota” y su capacidad para prevenir y combatir enfermedades: los prebióticos y los probióticos. ● Los prebióticos, son fibras vegetales especializadas que actúan como fertilizantes que estimulan el crecimiento de bacterias sanas en el intestino. Es decir, sirven de “alimento” para estas bacterias buenas (como, por ejemplo, granos integrales, bananas, hortalizas de hoja verde, cebollas, ajo, soja y alcachofas, entre otras). ● Los probióticos, a su vez, son microorganismos vivos que ayudan a estabilizar la flora intestinal, y que pueden consumirse tanto en alimentos de origen natural (como yogur, kéfir, kombucha, chucrut y sueros lácteos, entre otros), o bien a través de suplementos especializados. Sin embargo, el constante avance de la biotecnología hoy nos permite definir a un tercer actor protagónico clave, dentro del ecosistema macrobiótico. Un componente hasta ahora poco conocido, pero que, según los expertos, también juega un papel fundamental para reforzar la salud de la flora intestinal: los postbióticos. ¿POR QUÉ SON TAN IMPORTANTES? Desde el punto de vista etimológico y semántico, el concepto “postbiótico” está formado por la unión de las palabras griegas “post”, que significa “después”; y “bios”, que hace referencia a la vida (en este caso, de organismos bióticos o bacterias). A partir de esta base lingüística, se puede concluir que, en el contexto del sistema digestivo, los postbióticos son sustancias producidas por bacterias intestinales vivas, que permanecen en el entorno luego de que estas bacterias mueren. En otras palabras, los postbióticos intestinales son compuestos bioactivos de desecho, producidos durante el metabolismo de microorganismos que viven en el intestino (y luego mueren), y que por sus características pueden tener efectos beneficiosos en la salud del huésped, en este caso el ser humano. Al respecto, la químico Olga Lucia Ortiz, market segment director Latam Health and Wellness de ADM, comenta que la Asociación Científica Internacional de Probióticos y Prebióticos (ISAPP), define a los postbióticos de un modo más general, como “una preparación de microorganismos inanimados y/o sus componentes, que confiere un beneficio para la salud del huésped”. Durante su presentación en el seminario TecFood 2024, organizado por Revista Indualimentos, la experta de ADM recalcó que este beneficio no solo se circunscribe al tracto digestivo, sino que también puede ayudar a la salud oral, cardiovascular, dérmica, circulatoria o de cualquier otra parte del cuerpo. En este sentido, Ortiz también enfatiza que los postbióticos “impactan positivamente en la macrobiota, refuerzan el papel protector de la barrera intestinal, activan el sistema inmunológico, generan efectos positivos en el metabolismo y optimizan la transmisión de información a través del sistema nervioso”. Aunque estos efectos benéficos se han detectado principalmente en postbióticos producidos por microorganismos que viven en el intestino humano, recientes estudios de ISAPP muestran que también podrían obtenerse resultados similares a partir de postbióticos producidos en otros ambientes, los cuales podrían utilizarse como materia prima para elaborar alimentos y bebidas con propiedades saludables y funcionales. “Hoy esa tecnología existe y puede impulsarnos al desarrollo de una nueva generación de productos especialmente destinados a reforzar la salud de las personas, y a responder de mejor forma a los requerimientos específicos del nuevo consumidor”, destaca Lucía Ortiz. TIPOS DE POSTBIÓTICOS Si bien el estudio de los postbióticos aún se encuentra en etapas preliminares, los especialistas internacionales han reconocido los siguientes tipos de compuestos que pueden entrar en esta categoría:
Un ejemplo concreto de postbiótico es la vitamina K, compuesto liposoluble que se encuentra principalmente en vegetales verdes, pero que también puede ser sintetizado por ciertas bacterias intestinales como Lactobacillus y Bifidobacterium, entre otras. Esta vitamina es muy importante para la coagulación sanguínea y la salud de los huesos, entre otras muchas propiedades funcionales. BENEFICIOS DE LOS POSTBIÓTICOS En opinión de los expertos, los beneficios de los postbióticos pueden ir más allá que la promoción de la salud intestinal, debido a dos características fundamentales:
Esto también permite que sus efectos positivos sean de más largo plazo, lo cual facilita su uso para, por ejemplo:
¿DÓNDE SE ENCUENTRAN? Dada sus características, los postbióticos pueden estar presentes en cantidades abundantes en los mismos alimentos que generan probióticos naturales durante procesos de fermentación. Entre estos destacan, por ejemplo, suero lácteo, kombucha, kimchi, yogur natural, chucrut, sopa de miso, tenpeh, pan de masa madre, kéfir y pepinillos fermentados, entre muchas otras opciones. Sin embargo, para muchos especialistas en biotecnología, esta no es la única forma posible de ingerir una dieta rica en postbióticos. De hecho, a juicio de Lucía Ortiz de ADM, el actual grado de avance biotecnológico permite sintetizar postbióticos en laboratorio, para incorporarlos como ingredientes con propiedades funcionales, en alimentos y suplementos. Ortiz también explica que, además de la fermentación, los postbióticos se pueden obtener a partir de biomasa y tratamiento térmico. Esto permitiría transmitir sus ventajas a una amplia gama de alimentos procesados que podrían brindar a los consumidores efectos antimicrobianos, antioxidantes, antitumorales e inmunomoduladores, además de ser efectivos agentes para el mantenimiento de la barrera intestinal, y regular el metabolismo del colesterol malo, lípidos y grasas. La experta de ADM también destaca que los postbióticos tienen una vida útil mayor y pueden soportar condiciones más extremas de almacenamiento. “Además son resistentes al tratamiento térmico de altas presiones utilizado en procesos industriales para la producción de alimentos y bebidas, y presentan bajo riesgo de contaminación cruzada en la fabricación”, explica. Esto permitiría su uso en una mayor variedad de aplicaciones alimentarias, en comparación con los probióticos, lo cual ofrece mayores y mejores perspectivas para desarrollar alimentos más saludables y con propiedades funcionales, como, por ejemplo, snacks y bebidas nutritivas, productos lácteos y sucedáneos vegetales y suplementos dietéticos y deportivos, entre otras muchas opciones. De este modo, la industria alimentaria estaría en condiciones de ampliar significativamente su oferta de alimentos saludables e indulgentes, que ayudarían a las personas a optimizar su dieta cotidiana, proporcionando condiciones organolépticas atractivas y reforzando al mismo tiempo su orientación por la salud holística y calidad de vida integral. GALERÍA
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La necesidad de incrementar la producción, sin generar mayor impacto negativo en el medioambiente, ha permitido que estos relevantes actores de la naturaleza adquieran roles cada vez más protagónicos en la constante lucha de la agroindustria por ser más eficiente, saludable y sostenible. ![]() a población mundial y sus necesidades de alimentación crecen exponencialmente. De hecho, según estadísticas de ONU, en 2050 la industria agropecuaria deberá abastecer a 10 mil millones de habitantes. La complejidad de este escenario se basa en que, en términos prácticos, significa incrementar en más de 70% su producción actual. Sin embargo, esto no solo implica disponer de más alimentos, sino también optimizar significativamente su calidad nutricional. Objetivo que, a juicio de analistas y científicos, no puede alcanzarse solo con los métodos tradicionales de producción lineal utilizados en la mayor parte de las empresas, porque no son eficientes ni sustentables. De hecho, la agroindustria tradicional es responsable de más de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero, por lo que es absolutamente indispensable reinventar procesos y, al mismo tiempo, desarrollar nuevas fuentes de alimentación que permitan satisfacer las necesidades nutritivas de la población, sin generar más impacto negativo en los ecosistemas. Esta búsqueda de la combinación perfecta entre eficiencia, salud y sustentabilidad, ha permitido que tanto el sector privado, como la academia, fijen su atención en recursos que ya forman parte de la alimentación humana, pero que solo hoy vuelven a adquirir un rol cada vez más protagónico en la dieta cotidiana, por su alto potencial nutritivo: algas y microalgas. MACROALGAS: MILENARIAS Y SALUDABLES Desde hace miles de años, las algas han sido pilares alimentarios de las civilizaciones orientales. Pero hoy su consumo gana cada vez más popularidad en la sociedad occidental, especialmente entre las nuevas generaciones, gracias a sus múltiples beneficios nutricionales. Además, su producción tiene menor impacto ambiental, comparada con la agricultura y ganadería tradicionales. Algas marinas como Nori, Wakame y Kombu, entre otras, son excelentes fuentes de minerales esenciales, como yodo, hierro, calcio y magnesio, además de proporcionar varias vitaminas del complejo B. También son excelente fuente de proteínas (dependiendo de la especie), y contienen aminoácidos esenciales para el organismo. Asimismo, son bajas en calorías, ayudan a controlar los niveles de triglicéridos y de azúcar en sangre, y su alto contenido de fibra optimiza la salud gastrointestinal y brinda más sensación de saciedad, lo que las convierte en excelente opción para mantener dietas nutritivas, equilibradas y saludables. Todas estas propiedades las hacen idóneas para su aplicación en diversos ámbitos de la industria alimentaria, no solo como platos o preparaciones específicos, sino también en forma de ingredientes, matrices alimentarias y aditivos, entre otras diversas opciones hoy disponibles en el mercado internacional, incluyendo Chile Al respecto, Juan Francisco Aldunce, Director Comercial y cofundador de Seaweedplace destaca que todas estas propiedades pueden encontrarse también en una de las algas más populares de la tradición culinaria de Chile, el Cochayuyo (Durvillaea antárctica), que contiene alto porcentaje de fibra insoluble, lo que ayuda al tránsito intestinal, y además tiene valor probiótico. “Estas propiedades fortalecen nuestros sistemas digestivo e inmunológico”, enfatiza. “Además -agrega el ejecutivo-, el cochayuyo contiene ácido algínico que también fortalece el sistema inmune y actúa directamente para reducir la cantidad de azúcar en sangre. Asimismo brinda antioxidantes y florotaninos, lo que en conjunto se traduce, por ejemplo, en excelentes propiedades anticancerígenas”. Para que todos estos beneficios sean acordes con las necesidades de las personas y el planeta, Aldunce recalca que es muy importante tener un manejo sustentable del recurso, lo que implica explotar de manera racional las praderas. “Si lo extraemos en forma indiscriminada o con técnicas inapropiadas, se pueden provocar impactos dañinos, como sucedió hace unos años en la región del Maule”, indica. Si bien estas propiedades son innegables y han sido demostradas fehacientemente por diversos estudios científicos, el consumo de algas en nuestro país no ha registrado un crecimiento importante en el último tiempo, fundamentalmente por un tema de percepción cultural y porque, además, “no se cosecha, procesa, ni conserva de manera apropiada”, destaca Juan Francisco Aldunce. “El consumidor chileno aún es reacio a consumir algas en forma natural, porque quienes las venden, incluyendo feriantes y retailers, no le permiten apreciar su sabor real. Por ejemplo, las personas están acostumbradas a ver un cochayuyo de color café y con un sabor muy fuerte, pero eso es como ir al supermercado y comprar un pollo descompuesto”, enfatiza Aldunce. “El auténtico cochayuyo -agrega- debe procesarse de manera muy cuidadosa, para que conserve sus propiedades organolépticas, y eso es lo que hoy estamos reforzando en Seaweedplace, mediante educación, distribución de nuestros productos, y también apoyando a Pymes y emprendedores que deseen participar de este atractivo esfuerzo”. En este sentido, Aldunce destaca que hoy son socios de la startup Micoseaweed Tech, creada por científicas del Centro de Biotecnología y Bioingeniería (CEBIB) de la Universidad de Chile, y que desarrolla una atractiva gama de alimentos que combinan las fuentes proteicas presentes en los hongos, con los atributos nutritivos de las algas marinas. “Son productos muy nutritivos y organolépticamente atractivos, por lo que en conjunto estamos analizando todas las alternativas existentes, para ir escalando posicionamiento y hacerlos más accesibles”, explica. El CEO de Seaweedplace también hace un llamado a las startups que deseen ingresar, o estén dando sus primeros pasos en este mercado, para que se acerquen y compartan sus experiencias, “de modo que podamos explorar los distintos caminos de asociatividad posibles, y contribuir mejor al posicionamiento de las algas como un producto competitivo y sustentable para la industria alimentaria chilena”. MICROALGAS: LA SIGUIENTE REVOLUCIÓN Otras fuentes nutritivas llamadas a tener máximo protagonismo en la alimentación del futuro, según los expertos internacionales, son las microalgas. Estos organismos se forman generalmente a partir de una sola célula, o bien, a partir de un pequeño número de células que se juntan en una estructura muy simple, pero que puede crecer y multiplicarse rápidamente en una biomasa grande y rica en nutrientes. Algunas de las microalgas más conocidas son Chlorella y Spirulina. Ambas son comestibles y además están asociadas a múltiples beneficios para la salud. Chlorella es nativa de Taiwán y Japón, y es muy conocida por su alto contenido de proteínas y nutrientes; mientras que Spirulina se encuentra mayoritariamente en África y Asia, y se utiliza por lo general en batidos o como suplemento. Sin embargo, no son las únicas especies comestibles presentes en la naturaleza. De hecho, las microalgas son los organismos vivos más antiguos del planeta, y los científicos ya han identificado más de cincuenta mil tipos diferentes (muchas de ellas potencialmente comestibles). Además, pueden crecer en ambientes muy diversos, y tolerar amplia gama de temperaturas y condiciones, incluyendo las más extremas (frío, calor, humedad y aridez). Esto permite que su cultivo a gran escala sea factible en diversos entornos, incluyendo agua dulce, salada e, incluso, contaminada (como la que proviene de algunas operaciones industriales y redes domiciliarias). Esto se traduce, incluso, en la factibilidad de utilizar el cultivo de microalgas como fuente para producción de biomasa nutritiva y, al mismo tiempo, purificar aguas servidas. Curiosamente, recurrir a microalgas como fuente de alimento no es novedad para la sociedad occidental. En América, algunas de las más importantes culturas prehispánicas, como los aztecas, utilizaron microalgas del género Spirulina, como fuente de alimento y proteínas, produciéndolas mediante técnicas básicas de cultivo. Estas prácticas fueron recientemente reafirmadas por un equipo de investigadores de la Universidad de California San Diego (UCSD), que descubrió que las microalgas que se encuentran en ambientes acuáticos, pueden ser una extraordinaria fuente de alimento para toda la humanidad, por su alto contenido proteico y nutricional. Los expertos expusieron sus conclusiones en un artículo publicado en la revista Frontiers in Nutrition, donde destacaron que la humanidad hoy necesita, más que nunca, reformular por completo sus procesos productivos alimentarios. Al respecto, el profesor Stephen Mayfield, profesor de biología de la UCSD y director del Centro de Biotecnología de Algas de California, afirma en la publicación que en el actual escenario de cambio climático, deforestación y crecimiento poblacional, “el mundo simplemente tiene que volverse más eficiente en la producción de proteínas (…), y la única forma de evitar un futuro realmente sombrío es comenzar la transición ahora hacia un entorno más sostenible, y las algas, como alimento, son una de esas transiciones que debemos hacer”. Punto de vista que también comparte la investigadora chilena Paula Medina Henríquez, CEO y Directora Científica de MetroCiencia, doctora en Ciencias del Mar, y actualmente cursando su posdoctorado en el Instituto Ciencias del Mar (ICM - CSIC) de Barcelona. En su opinión, “las microalgas están llamadas a desempeñar un papel fundamental en la lucha contra la escasez de recursos alimentarios que hoy enfrenta la población mundial, pues crecen en tres dimensiones en un volumen de agua, por lo que su rendimiento productivo es mayor que el de un vegetal común. Además, contienen un enorme potencial para crear biomasa de alto nivel nutritivo”. La doctora Medina también destaca que la eventual producción de microalgas a escala industrial se enmarca en los principios de la economía circular. “Por ejemplo -detalla-, podríamos cultivar microalgas utilizando las aguas residuales contaminadas de una planta láctea, y a partir de ese proceso obtendríamos dos productos igualmente positivos: biomasa de alto valor nutricional y aguas descontaminadas que podrían utilizarse para regar áreas verdes, o predios agrícolas ubicados en zonas áridas y desérticas, como el norte de Chile”. Uno de los puntos más destacados de las microalgas radica en que son ricas tanto en proteínas como en compuestos bioactivos y, por lo tanto, representan una fuente extremadamente importante de nutrición que se pueden añadir a muchos alimentos. De hecho, los investigadores de la UCSD recalcan que solo las microalgas Chlorella y Spirulina, por ejemplo, contienen entre 50 y 70% de proteína por peso seco, incluyendo los nueve aminoácidos esenciales. También son ricas en vitaminas A, B, C y B12, yodo, fibra y grasas saludables, incluidos los ácidos grasos esenciales Omega-3 y Omega-6. A esto se suma que son una alternativa más sustentable que las proteínas animales, ya que requieren mucho menos tierra y agua dulce para producirlas. Cifras que para el profesor Stephen Mayfield de la UCSD, demuestran que “las microalgas podrían ser el futuro superalimento sostenible, en un mundo que cambia rápidamente". Si bien el cultivo a escala industrial de microalgas para producción de biomasa nutritiva es un proceso que aún está en fases iniciales, ya existen interesantes iniciativas en diversas partes del mundo. Por ejemplo, la empresa Allmicroalgae de Portugal, ya desarrolla matrices alimentarias a base de microalgas para producir alimentos como galletas, pan, snacks y pastas para untar. A su vez, la compañía Algaenergy, en España, fabrica desde 2009 una amplia gama de bioestimulantes agrícolas a base de microalgas, la cual comercializa en toda Europa. Al respecto, la doctora Paula Medina enfatiza que estos ejemplos a escala industrial demuestran que el potencial existe y que la evidencia científica lo respalda como proceso viable, pero que “falta la valentía para dar el paso final y atreverse a ir más allá, especialmente en países como Chile, aun cuando tenemos la capacidad y el deber de apostar por esta tecnología, pues nos ayudaría resolver muchos problemas locales, como la escasez de agua para riego, por ejemplo”. “El potencial de las microalgas está ahí -agrega- y por eso debemos ser más visionarios y cambiar nuestra mentalidad. No podemos quedarnos solo con las cosas que siempre hemos hecho de una determinada manera, sino probar nuevas tecnologías y procesos, especialmente en el caso de las microalgas, porque si la biomasa creada a partir de microalgas permite generar generar biodiésel, aceites o bioestimulantes de cultivos, también puede servir para crear matrices alimentarias que en mi opinión, representan básicamente el futuro de la agroindustria”. La evidencia científica es abundante al respecto. De hecho, recientes estudios realizados en Europa establecen que algunas de las cepas de microalgas existentes podrían reemplazar potencialmente el 25% del consumo humano de proteínas, y el 50% del consumo total de aceite vegetal. Además, como pueden cultivarse en agua dulce, salada y, a veces, en aguas residuales industriales o domiciliares (dependiendo de la especie), se trata de un alimento altamente nutritivo y cuya producción tiene mínimo impacto en el medioambiente. Por ello, los analistas internacionales ya no dudan en definirlas como “superalimentos supersostenibles”. GALERÍA
OTROS REPORTAJESAcción EsencialPara Reforzar la SaludEste proceso es uno de los más aceptados, probados y eficientes para abordar la deficiente ingesta de micronutrientes que se vive en el mundo, por la falta de información y las dificultades para acceder a una dieta saludable, rica en vitaminas y minerales. ![]() no de los requisitos básicos para cuidar nuestra calidad de vida, es mantener una dieta equilibrada y nutritiva. Esto implica ingerir a diario, alimentos que aporten la cantidad precisa de nutrientes y de energía que nuestro cuerpo necesita, para mantenerse integralmente sano. En otras palabras, y recurriendo a una analogía mecánica, el cuerpo es como un automóvil que necesita repuestos, cuidados y cantidades adecuadas de combustible, para desplazarse de manera sostenida y segura. Si bien la mayoría de los “repuestos” y del “combustible” que precisa nuestro cuerpo, provienen de los llamados “macronutrientes” (tales como carbohidratos, grasas y proteínas), las diversas funciones y procesos orgánicos que se realizan a diario, también requieren el aporte de otros componentes igualmente vitales para la salud y supervivencia, llamados “micronutrientes”. Según explica Macarena Ortiz, PhD en Nutrición y Dietética de la Universidad de Chile y Líder Regional de Nutrición y Salud de Granotec, los micronutrientes (también conocidos como vitaminas y minerales), “son un tipo especial de nutrientes esenciales que el cuerpo necesita en cantidades muy pequeñas, y solo pueden obtenerse a través de una alimentación equilibrada y saludable”. La importancia de estos micronutrientes, tal como indica la experta, radica en que son vitales para la síntesis de enzimas, hormonas y otras sustancias necesarias para el crecimiento, desarrollo y correcto funcionamiento del organismo. Por ello, “su impacto en la salud es crítico, ya que la deficiencia de cualquiera de estos puede generar enfermedades graves e incluso mortales; siendo los países de bajos y medios ingresos, los más propensos a enfrentar estas deficiencias”, asegura. Sin embargo, Macarena Ortiz también enfatiza que la mayoría de estas carencias en la ingesta de micronutrientes “pueden prevenirse mediante una adecuada educación nutricional, una dieta balanceada y, cuando se requiera, a través de la fortificación de alimentos y bebidas”. EL PELIGROSO DÉFICIT NUTRICIONALA pesar de que esta certeza es ampliamente conocida entre la comunidad médica y científica, el mundo aún enfrenta un complejo escenario de bajo aporte de micronutrientes, derivado principalmente de las altas tasas de déficit nutricional que hoy vive gran parte de la población. De hecho, un informe publicado en 2023 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), establece que más de 757 millones de personas (cifra equivalente a 9,4% de la población mundial), padecen hambre en todo el mundo. Dicho diagnóstico, según explica Macarena Ortiz, también está estrechamente relacionado con la deficiencia de micronutrientes, “pues estos se obtienen principalmente a través de una dieta balanceada”. Esto ha derivado en que las deficiencias de micronutrientes se encuentran actualmente entre las formas más comunes de malnutrición a nivel mundial, “déficit que está dado principalmente por una ingesta inadecuada de nutrientes esenciales como hierro, zinc, vitamina A y vitamina D, entre otros, y que se puede manifestar de diferentes formas, afectando la salud de la población”, agrega la experta de Granotec. Al respecto, Ortiz pone como ejemplo la anemia, que es resultado directo de la deficiencia de hierro y representa un grave problema de salud pública, por su impacto en niños, mujeres en edad fértil, embarazadas y nodrizas. “La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que, en el mundo, la anemia afecta a 20% de los niños de 6 a 59 meses de edad; a 37% de las embarazadas; y a 30% de las mujeres de 15 a 49 años. En Chile, no estamos libres de este problema, a pesar de que somos uno de los países de Latinoamérica con la prevalencia más baja en los diferentes grupos etarios”, explica Macarena. Otro micronutriente que también registra altos niveles de déficit es la vitamina D, que juega un rol fundamental en la mantención de la salud ósea, previniendo la aparición de raquitismo en niños; de osteomalacia en adultos; y disminuyendo el riesgo de fracturas. Macarena Ortiz comenta que, en relación con este riesgo, la Encuesta Nacional de Salud (ENS) 2016-17, indicó que 47,3% de las mujeres en edad fértil presentaba deficiencia de vitamina D; mientras que, en el caso de los adultos mayores, esta cifra ascendía a un 59,5%. A su vez, un estudio realizado en 2018 en Chile, que evaluó a más de 1.000 niños de entre 4 y 14 años de las zonas centro, sur y norte, concluyó que 80,4% de los menores presentaron algún grado de deficiencia de vitamina D. “Por lo tanto, se ha demostrado científicamente, que nuestra población más vulnerable, es decir, niños, mujeres en edad fértil y personas mayores, presentan déficit de esta vitamina, lo cual lo convierte en un problema de salud pública, debido a las repercusiones que puede tener en la salud de las personas”, enfatiza. ROL DE LA INDUSTRIAAnte este complejo escenario de deficiencia nutricional, no solo se requieren acciones gubernamentales. También es esencial que la propia industria dé pasos concretos y decisivos para implementar un profundo programa de mejora en la calidad de los alimentos. Tarea que, en opinión de Macarena Ortiz, puede enfrentarse de manera ágil, oportuna y eficiente mediante la fortificación. “La fortificación se define como la práctica de incrementar intencionalmente el contenido de un micronutriente esencial en un alimento, de manera que mejore su calidad nutricional, y en la actualidad es una de las formas más aceptadas, científicamente probadas y eficientes de abordar las deficiencias de micronutrientes a gran escala”, recalca. Al respecto, la Líder Regional de Nutrición y Salud de Granotec, precisa que hoy existen tres tipos específicos de fortificación: Masiva: Cuyo objetivo es fortificar alimentos ampliamente consumidos por la población general (como harina y sal). Específica: Dirigida a subgrupos específicos de la población, tales como, personas mayores o niños, fortificando alimentos diseñados especialmente para sus necesidades. Voluntaria o comercial: Que consiste en la adición opcional de micronutrientes a los productos, por parte de la propia industria alimentaria, para otorgarles valor nutricional adicional y diferenciarse en el mercado. Tal como indica Macarena Ortiz, el sector privado juega un papel fundamental, especialmente en la fortificación voluntaria, “ya que puede impulsar esta práctica a través de la promoción de productos fortificados, la transferencia tecnológica, y la investigación científica en colaboración con la academia; siendo crucial que las empresas comuniquen adecuadamente los beneficios de consumir alimentos fortificados, educando a los consumidores sobre su importancia”. Sin embargo, para que esta fortificación sea efectiva, también es esencial que los consumidores comprendan la relevancia del consumo adecuado de micronutrientes. “Esto requiere un esfuerzo conjunto en el fortalecimiento de la educación nutricional, creando conciencia colectiva, mediante la participación de los gobiernos, la academia, la industria y la sociedad en general”, agrega Ortiz. ESTRATEGIAS MÁS EFICIENTESAnte la necesidad de implementar acciones concretas, decididas y con efecto permanente en el largo plazo, los expertos de Granotec enfatizan que la fortificación de alimentos de consumo masivo, como harina de trigo, sal o arroz, ha demostrado ser una de las estrategias más efectivas para abordar las deficiencias de micronutrientes. Al respecto, Macarena Ortiz comenta que recientes estudios concluyeron que los alimentos fortificados con hierro pueden reducir en 34% la probabilidad de desarrollar anemia; la harina fortificada con ácido fólico puede reducir el riesgo de defectos del tubo neural en 41%; y la sal fortificada con yodo puede reducir en 74% el riesgo de bocio (crecimiento irregular de la glándula tiroides). “En este escenario, Chile cuenta con vasta trayectoria en fortificación de alimentos y bebidas, comenzando en los años 1950 con la fortificación obligatoria de la harina de trigo y, posteriormente con los Programas de Alimentación Complementaria. El Programa Nacional de Alimentación Complementaria (PNAC), está enfocado en la población materno-infantil, y el Programa de Alimentación Complementaria del Adulto Mayor (PACAM), va dirigido a las personas mayores. En ambos casos, se distribuyen gratuitamente a la población, alimentos complementarios fortificados con vitaminas y minerales”, explica Ortiz, puntualizando asimismo que, tanto en Chile, como en otros países, “la fortificación ha demostrado ser una estrategia exitosa y eficiente para combatir las deficiencias de micronutrientes, ayudando a mejorar la salud pública de los grupos más vulnerables”. DESARROLLO PRESENTE Y FUTUROEste éxito plantea, en opinión de los expertos, una adecuada base de trabajo para seguir avanzando en el desarrollo de nuevas estrategias y sistemas de fortificación alimentaria, que asegure mayor y mejor disponibilidad de micronutrientes. En tal sentido, Macarena Ortiz destaca el éxito obtenido por Granotec con la tecnología de encapsulación, “que se ha convertido en una herramienta esencial en la industria alimentaria, para mejorar la eficacia de los ingredientes activos”, asegura. La encapsulación es el proceso mediante el cual se incorpora un ingrediente (como vitaminas y/o minerales), dentro de una matriz protectora, permitiendo que el contenido se mantenga aislado, controlando así su liberación y absorción. “Esta matriz puede estar compuesta de diversos materiales, y su elección dependerá de las propiedades deseadas del producto final, incluyendo estabilidad, solubilidad, biodisponibilidad y liberación controlada, lo que resulta en una fortificación más eficiente y sin interacciones no deseadas con el alimento o bebida en que se incorpora”, indica Ortiz. En forma simultánea, Granotec también trabaja permanentemente con tecnologías destinadas a optimizar las premezclas de micronutrientes, para así brindar soluciones ajustadas a las necesidades nutricionales de la población. Uno de estos ejemplos es la incorporación de vitaminas y minerales microencapsulados en las formulaciones de la marca Granovit, “lo que garantiza mayor bioaccesibilidad de los nutrientes”, asegura la especialista. Los expertos de Granotec consideran que la fortificación de alimentos evolucionará cada vez más hacia una mayor personalización y sostenibilidad. En tal sentido, Macarena Ortiz considera que los avances e investigación en nutrición permitirán crear alimentos fortificados adaptados a las necesidades individuales o de grupos de riesgo específicos, basados en factores tales como, edad, género y condiciones de salud. “Además, la búsqueda de ingredientes más sostenibles y naturales se fortalecerá, lo que alineará la nutrición con las tendencias de sostenibilidad ambiental”, asegura. A nivel global, también confían en que se reforzarán las normativas y regulaciones sobre fortificación, a medida que se reconozca su rol trascendental en la lucha contra la malnutrición. “Para Granotec este es un desafío permanente, que nos impulsa a continuar desarrollando soluciones innovadoras que nos permitan mantenernos a la vanguardia en la industria alimentaria, garantizando productos seguros, efectivos y adaptados a las demandas del futuro”, precisa Ortiz. GALERÍA
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